viernes, 22 de enero de 2021

Una Historia del Cine para niños de 0 a 99 años: El Western

Los Géneros

cinematográficos (1/5)

 Una de vaqueros

 

Introducción

 El primero que clasificó la obra artística en géneros fue Aristóteles en su Poética, eso sí, referido a las obras literarias. Pero el contexto de un modelo más o menos fijo para ser imitado ha sido válido también a la hora de analizar las obras cinematográficas. No solo ha servido a los sesudos historiadores para escribir ríos de tinta sobre la materia, sino que en la vida práctica nos ha servido de siempre a la hora de elegir una película u otra. Cuando alguien nos invitaba a ir al cine y nos decía que echaban una de vaqueros, o de miedo, o de guerra, o de aventuras… ya no hacía falta saber nada más para aceptar la invitación. Ibas a la sala de cine sabiendo más o menos a lo que te enfrentabas. El cine de género es lo que tiene, nunca defrauda a los incondicionales.

    Pero, el cine de género va más allá de la temática abordada, todas las películas de un género determinado se rigen por unos parámetros reconocibles y reconfortables para el espectador, unos lugares comunes que lo identifican y que lo diferencian del resto de géneros. Si para el historiador el género le sirve para acotar el tema de estudio, para el espectador es una especie de exorcismo que le evita tirar el dinero si no le gusta la película. En ambos casos es una suerte de red de seguridad.

    Como diría el castizo, si no existieran los géneros, habría que inventarlo.

    El título de esta entrada no deja de ser cine dentro del cine, es decir, un homenaje a uno de los nuestros, a Eduardo García Maroto, quien dirigió (apoyado como dialoguista por el sin par Miguel Mihura) en 1934 sucesivamente tres cortometrajes cómicos que parodiaban tres de los géneros: Una de fieras, Una de miedo y Una de ladrones.

 


Enlace: https://www.youtube.com/watch?v=37f68nWDsBs&feature=emb_logo 

    En esta obra vamos a centrarnos en cuatro de los más importantes: el western, el terror, el musical y el thriller y dejaremos una quinta entrada para hablar brevemente del resto.

Enlace: https://www.youtube.com/watch?v=O6JxZxIzRGc

8, 7, 6, 5, 4, 3, 2, 1, ¡silencio… cámara… acción!...  empezamos con… 

—¿Qué echan hoy?

—Una de vaqueros

    ¿Todos los géneros cinematográficos son herederos de sus homónimos literarios? Todos… no. Hay un género que resiste al invasor… No se trata del género de galos. El único género genuinamente cinematográfico es el western, conocido entre nosotros como cine del oeste, o, más de andar por casa, cine de vaqueros.

El séptimo de caballería (7th Cavalry), Joseph H. Lewis (1958) con Randolp Scott 

   Al imponer su hegemonía en el cine, los norteamericanos harán una visión introspectiva a su corta historia, centrándose en un periodo de no más de 50 años a partir de mediados del siglo XIX: la conquista del oeste, con la consiguiente matanza de los indios; la guerra civil, para la emancipación de los negros; las luchas entre agricultores y los ganaderos, para imponer su ley; y la llegada de la civilización, que sepultará un modo de vida salvaje… conformarán progresivamente un microcosmos que se repetirá hasta la saciedad en el cine con innumerables variantes, pero dentro de unos parámetros muy identificables. Será el cine, por vez primera, el que configure los rasgos del género y no los haya heredado de su arte hermano, la literatura. 

Heston, Simmons, Baker y Peck en el rodaje de Horizontes de grandeza (The big Country), William Wiler (1958)

    La pistola en ristre, el rifle en la grupa del caballo, las espuelas para azuzar al caballo y el lazo para amarrar las vacas, las interminables cabalgadas, las vastas y, a veces, polvorientas llanuras, las ruidosas estampida de reses o de búfalos, la caravana con los ingenuos e ilusionados colonos, las montañas coronadas de indios amenazantes, el séptimo de caballería para salvar la situación a última hora, los infames contrabandistas de whisky que incitan a los indios a sublevarse, los fuertes y la rígida vida militar, los ríos caudalosos que hay que vadear con el ganado, el saloon con su pianista a prueba de balas, la barra con su camarero malhumorado y el whisky que se bebe de un trago, las cocotes de vida alegre bailando cancán, la mesa con la partida de cartas y su tahúr tramposo, el borracho cogiendo monedas en la escupidera, el matón que hace callar a todos con su sola presencia, el labriego que sale volando por la batiente puerta, los estresantes duelos a pistola narrados a cámara lenta, el estruendo de los disparos del Colt de seis balas, el rifle Winchester que pasa de mano a mano, el acechante sepulturero ávido de clientes, el estoy con sheriff solo ante el peligro, el Marshall que siempre está por venir, el famoso pistolero al que todos buscan para derrotarlo y quedarse con su fama, el rico terrateniente que impone su ley con sus sicarios, y la música con la que se abre y cierran las películas.

John Wayne y Montgomery Clift en Río rojo (Red River), Howard Hawks (1948)

    Así era el oeste o, al menos, así nos lo hemos imaginado desde niños porque así nos lo contaron. Al crecer nos damos cuenta que este modo de vida nunca existió, pero juraríamos ante lo más alto que era así. Se ha creado para nosotros un mundo mitificado, que no existió en esos términos. Se han saltado a la torera la veracidad histórica y a cambio nos han dado un mundo más sugerente  y rico, con una estética que ha calado entre nosotros hasta los huesos y de la que no queremos salir. Esa es la magia del arte, hacer pasar por real algo que sólo existe en nuestra cabeza. Pero, nos da igual.

Allan Ladd en Raíces profundas (Shane), George Stevens (1953)

    No lo digo yo, lo han dicho algunos de los protagonistas más tardíos de este mundo de leyenda que sobrevivieron al siglo XIX. Luego alguno llegó a colaborar ya en el siglo XX con los pioneros del cine mudo. Por ejemplo, uno de ellos le reveló al tuerto Ford que acertar con una pistola en el contrario era casi imposible, que cuando querían hacer puntería utilizaban el rifle.  Nunca se enfrentaban a su enemigo a punta de pistola, un duelo no dejaba de ser una representación teatral que se hacía para acobardar a alguien o para impresionar al forastero.

James Stewart en Winchester '73, Anthony Mann (1950)

    Aunque, esta lectura realista del mundo imaginado del far west, no nos gusta para nada. Lo que se ha quedado grabado en nuestro cerebro es el duelo en el “Ok Corral” de Tombstone entre la familia de Wyatt Earp y los Clanton, quienes dirimieron sus cuitas a balazos. El tiroteo duró sólo treinta segundos, pero ese breve tiempo era poco para los muchos filmes que lo ha rememorado, por lo que lo han alargado hasta la saciedad. 

Henry Fonda como Wyatt en Pasión de lo fuertes (My darling Clementine), John Ford (1946) .

Ahora Kirk Douglas y Burt Lancaster en Duelo de titanes (Gunfight at the O.K. Corral), John Sturges (1957)

    ¡Qué no nos quiten la épica!

 

NOTA DEL AUTOR: ALGUNA DE LAS LAS FOTOGRAFÍAS Y VÍDEOS ESTÁN EXTRAÍDAS DE INTERNET SIN ÁNIMO DE COMERCIAR CON ELLAS. GRACIAS DE ANTEMANO POR LA AYUDA DESINTERESADA.

 

En sucesivas entregas haré un recorrido lúdico, aunque exhaustivo sobre la HISTORIA DEL CINE con mayúscula. En un principio, va dirigido especialmente al público más joven, pero luego no excluir a nadie, como reza el título general. Por lo que cualquiera puede leerlo con el ánimo de aprender cosas en esta apasionante historia que todavía no tiene final y que nunca te las habían contado de esta manera.

En este BLOG no va a seguir un orden cronológico, sino que se irán desgranando los capítulos de forma aleatoria, ateniendo a mis gustos personales y a las anécdotas que vayan surgiendo. Más adelante, si es menester toda la obra se puede editar en libro siguiendo los cánones cronológicos al uso.

No te pierdas esta increíble aventura, que será el comienzo de una larga amistad…


Próximas entregas:
  • Carlitos se hace mayor (2/4) 
  • La torre de Babel del cine parlante
  • De analógico a digital
  • Una de miedo: los géneros cinematográficos (2/5)

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