viernes, 6 de agosto de 2021

El descenso de espectadores y la competencia televisiva

UNA HISTORIA

DEL CINE

PARA NIÑOS

DE 0 A 99 AÑOS:

LA BATALLA DEL CINE

CONTRA LA TELEVISIÓN  


 

Durante la II Guerra Mundial el público asistía masivamente a las salas cinematográficas como si de un esfuerzo de guerra más se tratase. Una vez terminada la contienda, la asistencia a los cines comenzó a bajar escandalosamente, lo cual puso en guardia a los siete grandes Estudios (u ocho si incluimos en la lista de productores a Disney). Estos no podían saber que se trataba de un cambio generacional en la concepción de vida del americano medio. La población más acomodada había empezado a abandonar las ciudades y a vivir en unifamiliares en los suburbios a las afueras de las ciudades en busca de tranquilidad. Esto supuso que también vivieran lejos de las salas de cine y que supusiera un esfuerzo mayor ir al cine.

Idealización de un hogar americano ante la televisión

También se sumó a la crisis la mayor importancia que fue adquiriendo la televisión a lo largo de los años en el ocio de los americanos. No era un invento nuevo, pero hasta ahora no se había explotado porque eran pocos los que tenían uno de estos aparatos. Será durante la década de los cincuenta cuando este electrodoméstico, adornará ya todos los salones americanos, e invitará a la familia a quedarse en casa cómodamente, una posibilidad más atrayente que vestirse de bonito, coger el coche, ya que no había muchos autobuses al centro, e ir a la ciudad a ver una película. Había comenzado una larga batalla entre las pantallas cinematográfica y la televisiva.

Así vista, da un poco de miedo

Los grandes Estudios quisieron entrar en el negocio de la televisión y solicitaron licencias. Pero la misma ley anti trust, que les había obligado a vender las salas de exhibición por ostentar un monopolio, les prohibía a su vez que se le concediesen licencias de televisión, por lo que no pudieron entrar a mangonear en el negocio. A algunos Estudios se les ocurrió la feliz idea de proyectar televisión en las pantallas de cine. Pero pronto se dieron cuenta de que tropezaban en la misma piedra, la comodidad de la tele en casa.

Parecido a nuestro cine en la plaza los veranos

No les quedó más remedio que tomar el toro por los cuernos y competir en magnificencia y grandilocuencia con el peligroso enemigo. No tuvieron que inventar nada, solo tuvieron que rebuscar en los cajones ideas ya existentes que no se habían utilizado por su imperfección y por su elevado coste.  Contraatacaron contra la desidia a salir de casa creando, mejor dicho, potenciando la creación de nuevos y más numerosos Drive-In, es decir, los cines al aire libre a los que se acudía en coche, en donde cuatro personas vestidas de cualquier forma podían ver una película cómodamente sentados en sus coches.


En segundo lugar, aumentaron el número de películas en color. El Technicolor en la utilizado solo en un diez de las producciones, por el alto costo de las cámaras, tener que grabarse en tres negativos distintos y los técnicos que, además, había que alquilar a la empresa. Había que combatir a la televisión con algo que ellos no podían dar todavía, el color. Así las películas más importantes se hacían en color, mientras que los productos de inferior categoría se seguían haciendo en blanco y negro. No será hasta la llegada de procedimiento Eastman Color, más sencillo de rodar y de positivar, cuando todas las películas se harán ya en color.

Recreación de cómo funcionaba el sistema Cinerama

El aparato de televisión era más bien pequeñito por lo que se intentó competir a lo grande, literalmente. Se rescató el procedimiento denominado Cinerama, en que se proyectaba una película en inmensa pantalla curva, consiguiendo una panorámica similar a las de las modernas cámaras de nuestros móviles. Claro está, el portentoso invento necesitaba de tres cámaras que debían sincronizarse y tres proyeccionistas al mismo tiempo, lo que lo encarecía. Por lo que este mastodonte aunque empezó dando grandes réditos, al final en la carrera de obstáculos contra la televisión muy pronto se quedó atrás.


 

También se rescató el viejo sistema tridimensional que ya se intentó promover en el periodo mudo. Parecía que era un caballo ganador, pero más pronto que tarde se dieron cuenta que el gasto añadido de los accesorios especiales necesarias para los proyectores y las lentes en 3D que era preciso facilitarle a los  empresarios de la exhibición, no iba a ser nunca cubierto por los ingresos recaudados en taquilla, por lo que, unido al desinterés paulatino del público incómodo con las gafas, se abandonó esta tecnología, hasta que se recuperó en nuestros días, pensando que con el sistema digital sería distinto, pero que nuevamente ha sido olvidado.


A pesar de estos fiascos, los Estudios siguieron compitiendo por separado con las armas que les proporcionaba color y la pantalla grande, mayor de lo 35 mm tradicionales, con las que no podía contar la televisión. Así se sucedieron procedimientos como el CinemaScope, el VitaVision o el Tood-AO, hasta que el triunfo se lo llevó Panavisión, que conjugaba la película Eastman Color con un sistema de aumento de la pantalla muy sencillo, con solo pulsar un botón. El problema de todos estos inventos es que eran destinados a las grandes producciones, pero las pantallas necesitaban muchos títulos de menores dimensiones que perdían la batalla con la tele.


Al final, si no puedes con tu enemigo únete a él. La siguiente batalla la plantearon con la exhibición de películas en formato de televisión. Al principio vendían solo las grandes producciones, después de ser explotadas en las salas, luego se potenció los estrenos con pases en televisión casi al mismo tiempo; y, por último, se vendieron los paquetes de películas clásicas de los estudios para ser vistas en la pequeña pantalla.

Siempre el mismo Groucho

Poco a poco los estudios se subieron a la parra y pedían cada vez mayor pago por el pase de una película, muchas veces por encima del millón de dólares, por lo que los directivos de televisión que no eran tontos pensaron competir en la producción. Así nació la película destinada directamente la pantalla del televisor, los populares telefilms, que al final a la postre eran mucho más baratos y llamaban tanto la atención como las películas. La batalla continúa.

Cabecera del programa de televisión que presentaba con un pequeño esquet de humor negro

Otro frente de disputa fue el trasvase de los activos entre el cine y la televisión. No solo eran llevados como invitados, sino que actores como Groucho Marx o directores como Alfred Hitchcock acabaron presentando programas de televisión. También hubo colegas de don Alfredo que terminaron sus últimos años de carrera vendiéndose al enemigo y realizando telefilmes. Era una forma de obtener ingresos cuando las puertas de los estudios estaban cerradas para ellos. De la misma forma, directores curtidos en los platós de televisión fueron poco a poco contratados por los Estudios para pasarse a la pantalla grande.

Ernest Borgnoine y Betsy Blair en Marthy

Después del éxito de Marty (Delbert Mann, 1959), irrumpen en Hollywood con ánimo de cambiar lo que se hacían hasta el momento. introdujeron nuevas formas de hacer cine, menos planificadas y más sencillas, pero, sobre todo, introdujeron nuevos referentes sociales, la América de las clases modestas, de las dificultades de la vida cotidiana, de los personajes anónimos que también viven pequeños dramas heroicos, aunque se les mira desde un punto de vista más verista.

El director John Frankenheimer

Además de Mann, la llamada “generación televisiva” está compuesta por Martin Ritt, John Frankenheimer, Sidney Lumet, Jack Garfein, Robert Mulligan y Arthur Penn; que dejan Nueva York y se asocian con los nuevos actores del taller del Actor’s Studio neoyorquino para provocar una ruptura decisiva con los cánones clásicos, dotando a sus films de un reforzamiento de las preocupaciones intelectuales y de diagnóstico social. También afrontarán adaptaciones teatrales de grandes dramaturgos norteamericanos en donde abunda la reflexión ética y la conciencia social: Eugene O'Neill, William Inge o Tennessee Williams.

El dramaturgo Tennessee Williams

Con el transcurrir del tiempo, cada uno de estos autor nacidos al calor de la televisión, seguirán su camino particular de acuerdo para su éxito o valía, pero su cine traspasaría fronteras e influiría en las nuevas hornadas de directores cinematográficos como en la Nouvelle Vague francesa, en los jóvenes airados ingleses del Free cinema o en los Nuevos Cines latinoamericanos.

El paraíso 3-D para un óptico

Nada es eterno y menos en el cine. Todo pasa por algo. A partir de los años sesenta se pudo gritar perfectamente a los cuatro vientos:

¡El cine clásico ha muerto! ¡Viva el cine!

 

NOTA DEL AUTOR: ALGUNA DE LAS LAS FOTOGRAFÍAS Y VÍDEOS ESTÁN EXTRAÍDAS DE INTERNET SIN ÁNIMO DE COMERCIAR CON ELLAS. GRACIAS DE ANTEMANO POR LA AYUDA DESINTERESADA.

 

    En sucesivas entregas haré un recorrido lúdico, aunque exhaustivo sobre la HISTORIA DEL CINE con mayúscula. En un principio, va dirigido especialmente al público más joven, pero luego no excluir a nadie, como reza el título general. Por lo que cualquiera puede leerlo con el ánimo de aprender cosas en esta apasionante historia que todavía no tiene final y que nunca te las habían contado de esta manera.

En este BLOG no va a seguir un orden cronológico, sino que se irán desgranando los capítulos de forma aleatoria, ateniendo a mis gustos personales y a las anécdotas que vayan surgiendo. Más adelante, si es menester toda la obra se puede editar en libro siguiendo los cánones cronológicos al uso.

No te pierdas esta increíble aventura, que será el comienzo de una larga amistad…

Próximas entregas

  • Los directores quieren independizarse del estudio
  • El mundo siempre puede ser mejor para Capra (3/3) 
  • El cine españo de nuestos días
  • Samuel Bronston y el Hollywood español



 

viernes, 30 de julio de 2021

Cine franquista: de las estrecheces a la censura y al desarrollismo



UNA HISTORIA

DEL CINE

PARA NIÑOS

DE 0 A 99 AÑOS:

EL CINE ESPAÑOL

DURANTE EL

 FRANQUISMO



El cine comercial durante la República estaba polarizado en el eje Barcelona-Madrid, por lo que el alzamiento del 28 de julio de 1936 en Canarias y el posterior desembarco en Andalucía, pilló al bando nacionalista sin ninguna infraestructura cinematográfica a mano, solo quiso la casualidad que si encontrasen algunas unidades rodando en ciudades que habrían de quedar en poder de los rebeldes. Este fue el caso del equipo técnico a cargo de Fernando Delgado que se encontraban en Córdoba rodando El genio alegre para Cifesa, que Manuel Casanova, su mandamás afín a los sublevados, mandó trasladar a Sevilla para reorganizar desde allí la producción de la marca, que durante la contienda se sentaría principalmente en la actividad documental.


No obstante, esta y otras excepciones no sirvieron para emprender una producción comercial, sino que se tuvo que esperar hasta finales de 1937 y contar con la decisiva colaboración nazi de capital y de los estudios en Alemania para realizar las primeras películas del franquismo, bajo el nombre Hispano-Film Produktion, que solo pudo rodar cinco dobles versiones en alemán y español de títulos de ficción, entre ellas El Barbero de Sevilla de Benito Perojo o Carmen, la de Triana de Florián Rey. También hubo colaboración italiana con la coproducción de películas como, Sin novedad en el Alcázar de Augusto Genina o Los hijos de la noche de Benito Perojo.

Durante el rodaje de El barbero de Sevilla

El que en la zona republicana permaneciese la mayor parte de las infraestructuras, sobre todo los laboratorios de montaje y sonorización a los que no pueden acceder los nacionales, no aseguró necesariamente en el mantenimiento de una producción regular, ni tan siquiera posibilitó la continuidad de las películas que estaban ya empezadas, terminando algunas de cualquier forma en otoño del 1936 otra suspendidas definitiva de forma definitiva y el resto reiniciadas al final de la contienda con los lógicos remiendos en la parte artística según las muertes, ausencias o represalias. Por el contrario, su problema sería más bien financiero con el definitivo retraimiento del capital, una remora que no podía superar la animosidad de las organizaciones políticas comunistas o anarquistas  que se hicieron cargo de los medios de producción, por lo que está precariedad de medios impidió que se abordase una producción digna que complaciese las necesidades que demandaba la situación social, una circunstancia que se confirmaba por el simple hecho de que varias de estas películas se exhibieron sin muchas dificultades en la posguerra. 

Escena de Los hijos de la noche con Julio Peña, Miguel Ligero y Estrellita Cuatro. Un intento de hacer el cine de Capra a la manera española

Lo que sí respondería a la necesidad propagandística tanto de la tropa como de la retaguardia de uno y de otro lado, sería la producción documental que cobraría una inusitada actividad con la confrontación armada, que habría de trascender las fronteras nacionales y servía como piedra de toque para sentar las bases definitivas de lo que más tarde con estallido de la guerra mundial sería el modelo definitivo del documental moderno.

Gesta histórica recreada en la co producción Sin novedad en el Alcázar

Si en literatura después de la guerra se produjo en España una poesía arraigada afecta al Régimen y una desarraigada de poetas en el exilio interior, que pudo pasar la censura; en el cine no pudo ser así. Los partidarios de la República tuvieron que reiniciar la actividad cinematográfica en el exilio y se redujo a dos países, Argentina hasta la llegada de Perón al poder y sobre todo en Méjico. Destacar la actividad como guionista de Max Aub y la de dos directores: Carlo Velo, que tuvo que nacionalizarse mexicano para trabajar en la industria cinematográfica, que al final pudo dirigir Torero en 1954, película mitad ficción, mitad documental, que con su éxito crítica y público dio los primeros pasos del cinema-verité en México. Y por encima de todos Luis Buñuel, quien tras el desafortunado musical Gran Casino (1947) y el éxito de El gran calavera (1949), nos brindará joyas como Los olvidados (1950), Èl (1953), Nazarín (1959) Simón del desierto  (1965).

Inolvidable film social dirigido por Buñuel, Los olvidados

El aparato cinematográfico franquista fue montado con rapidez al crear una Oficina de Prensa y Propaganda que se convertiría en el Departamento Nacional de Prensa y Propaganda, del que emanaría el Departamento Nacional de Cinematografía. La actividad que mejor bordó fue la censora. Para hacer un película primero se entregaba un argumento para ser visado, si pasaba esta primera criba, total o de forma parcial, se podía escribir el guion, que volvía a ser censurado. Una vez terminada la película volvía a ser examinada por si habían respetado las indicaciones o si habían de quitar todavía fotogramas. Por si toda esta fiscalización no era suficiente, cualquier cura, de cualquier ciudad, podía ponerse el mundo por montera y recortar la película a su antojo para que sus feligreses no sufriera en la tierra antes del juicio final.


Había otra función del DNC, que era letal para las películas y que servía también, en cierta forma de censura, la categorización de los filmes para, en un principio, concederles subvenciones, pero que en realidad era otra forma de castigar a los cineastas díscolos en la taquilla. Había tres categorías, la primera posibilitaban estrenar en los mejores cines, lo que significaba obtener beneficios. Si se catalogaba de segunda los cines eran peores y solo se podía librar el presupuesto, pero si caías en el pozo de la películas de tercera los cines a los que podías acceder eran los cines de reestreno y lejos de los focos, lo que te condenaba a no recuperar el dinero invertido.

Estreno de película de primera clase en el cine Rialto: El último cuplé, Juan de Orduña, 1957

El cine de los años cuarenta radicalizó los temas de acuerdo al gusto oficial y en la pantalla se vuelcan todos los esfuerzos para glorificar la “liberación nacional” producida tras la victoria del bando sublevado. Solo hay cabida para su idea de lo que tenía que ser España y el buen español. También se recuperan los éxitos literarios de más rancio abolengo, de acuerdo a la nueva forma de pensar, para hacer un cine tradicionalista y de valores añejos.


Cine arraigado: La película estandarte de la década fue Raza (1942). Un argumento escrito por el mismísimo Franco, bajo el seudónimo de Jaime de Andrade, cuyo guion técnico fuera desarrollado por el director, José Luis Sáenz de Heredia. La película fue del gusto del dictador que la vio en un paso previo.

Maravilloso ejemplo de cine dentro del cine

 

Cine desarraigado Vida en sombras (1949), dirigida por Lorenzo Llobet Gracia y con actuación en los principales papeles de Fernando Fernán Gómez y María Dolores Pradera. Se trata de uno de esos casos en los que la censura no impidió que se realizará, pero casi hubiera sido mejor así. Fue catalogada de tercera categoría y cargó de deudas al director para terminarla y fue el fin de la productora Castilla Film porque la película no se conoció en su momento y tuvieron que pasar los años para que fuera reivindicada.

En la década de los cincuenta, se abandonaron, en cierto modo, los homenajes a los héroes del bando nacional durante la guerra y tomó el protagonismo la religión. La católica, por supuesto. Los nuevos héroes están cortados todos por el mismo patrón y sus hazañas eran más de índole moral que física, en la que los buenos eran muy buenos y abnegados y los malos pagaban caro su atrevimiento.


Cine arraigado: José Antonio Nieves Conde fue el realizador del dramón Balarrasa (1951), en la que un abnegado Fernando Fernán Gómez encuentra la senda del bien después de la República en el ejército durante la guerra y luego como misionero.

Confesar o no confesar el atropello de un ciclista

Cine desarraigado: Juan Antonio Bardem dirigió en 1955 una película que fue catalogada por la censura como “gravemente peligrosa” porque Muerte de un ciclista contaba un crimen mayor que el atropello del ciclista del título, el adulterio de Alberto Closas y Lucía Bosé que debían confesar en la película para que la película pudiera exhibirse.

Buñuel, si no sabes torear, ¿para que te metes?

En la década de los sesenta y los setenta el panorama cambiaría radicalmente a la par que cierta prosperidad que trajeron los Planes de Desarrollo Económico y el auge del turismo. Continuó el intento de desmitificación de la guerra pero el franquismo relajó un poco el control frente a la libertad de expresión. La comedia ligera de consumo fácil, que se llamaría #landismo, mostraba falsamente una sociedad feliz, aunque bastante mojigata ante la llegada a España de las turistas suecas que representaban la modernidad a la que se aspiraba.


Cine arraigado: No desearás al vecino del quinto es una película hispano-italiana dirigida en 1970 por Tito Fernández, en la que Alfredo Landa interpreta a un falso afeminado que se lleva de calle a las chicas porque no supone ningún peligro para los maridos. Fue la película más taquillera del cine español hasta la irrupción de Torrente.

¡Gracias tensor por proponer esta escena tan erótica!

Cine desarraigado: Buñuel tuvo nefasto regreso al cine franquista en 1961 para rodar Viridiana, cuando era un reputado director fuera de nuestras fronteras. El sugerente final de los tres protagonistas jugando al mus que sugiriera el propio censor hizo que la película corriera el riesgo de desaparecer para siempre por imperativo franquista, del que solo escapó una copia de Méjico que la salvó.

También en el franquismo pudimos disfrutar de Betsy Blair en Calle mayor, Juan Antonio Bardem 1956

A pesar de la lenta agonía del régimen se quisieron defender todavía sus valores, pero se le veían ya las costuras por todos los lados con censura y todo. El país había cambiado y el cine con él. El problema fue que con la desaparición de esta larga y oscura época lo que vino con las libertades democráticas fuera mucho mejor: se pasó de la censura de todo lo que tuvieran un trasfondo sexual a un pertinaz libertinaje con cine del destape. Aunque eso formará parte de una última entrada.

El cine extranjero tampoco se libraba de la censura coma en Mogambo convierte un adulterio en incesto

Post Data para los más sagaces: No me olvido de dos circunstancias que se dieron en España, pero que, en puridad, no se corresponden con el cine español, el imperio con pies de barro en España de Samuel Bronston y el espagueti western en Almería, que veremos en sus correspondientes entradas.

 

NOTA DEL AUTOR: ALGUNA DE LAS LAS FOTOGRAFÍAS Y VÍDEOS ESTÁN EXTRAÍDAS DE INTERNET SIN ÁNIMO DE COMERCIAR CON ELLAS. GRACIAS DE ANTEMANO POR LA AYUDA DESINTERESADA.

 

    En sucesivas entregas haré un recorrido lúdico, aunque exhaustivo sobre la HISTORIA DEL CINE con mayúscula. En un principio, va dirigido especialmente al público más joven, pero luego no excluir a nadie, como reza el título general. Por lo que cualquiera puede leerlo con el ánimo de aprender cosas en esta apasionante historia que todavía no tiene final y que nunca te las habían contado de esta manera.

En este BLOG no va a seguir un orden cronológico, sino que se irán desgranando los capítulos de forma aleatoria, ateniendo a mis gustos personales y a las anécdotas que vayan surgiendo. Más adelante, si es menester toda la obra se puede editar en libro siguiendo los cánones cronológicos al uso.

No te pierdas esta increíble aventura, que será el comienzo de una larga amistad…

Próximas entregas
  • Los directores quieren independizarse del estudio
  • Los directores hijos de la televisión
  • El mundo siempre puede ser mejor para Capra (2/3)
  • El cine durante la Democracia

#términos cine

#landismo es el nombre despectivo que le dieron a una serie de comedias, un tanto simplonas, pero con éxito de público, protagonizadas muchas de ellas por el actor Alfredo Landa, quien simbolizaba la imagen del español medio trabajador, obediente y un tanto obsesionado por las veraneantes extranjeras en biquini.