viernes, 4 de junio de 2021

La Screwball Comedy: The American "Crazy" Wife

UNA HISTORIA

DEL CINE

PARA NIÑOS

DE 0 A 99 AÑOS:

THE AMERICA

WIFE

Howard Hawks

 

La industria hollywoodiense reaccionó al crack del 29 con más fábrica de los sueños que nunca. Contó además con la ayuda del diálogo como principal aporte del sonoro para crear mundos con los que hacer olvidar durante dos horas la cruda realidad y echar unas risas. Solo faltaba un pequeño empujón que lo proporcionó el presidente Roosevelt con su política optimista de que se podía salir de la crisis denominada New deal. Todo estaba preparado para la creación de un nuevo tipo de comedia qué tiempo hará durante dos décadas años, la Screwball Comedy


El termino nace originariamente en el béisbol, se llama así a una bola qué describe una trayectoria zigzagueante, y que en el cine remite a los guiones que proponen situaciones que cambian en la pantalla cada dos por tres. La importancia de este subgénero cómico es tanta que, si buscas en el diccionario esta palabra, aparece antes con el significado heredado del cine que con el original del deporte rey en Estados Unidos. Es decir, lo encontraremos antes como un adjetivo que significa sofisticado.

Porque es el género inventado por Lubistch, la comedia sofisticada, pero revolucionada, poniéndole varias marchas más hasta llegar al sin sentido. La sociedad de la depresión asistía al cine para ver a la gente rica o, al menos, bien posicionada en la vida, a la que le pasan mil y una peripecias absurdas y los veían sufrir, aunque al final se impusiera el happy End


 

Así le pasa a Godfrey (William Powell) en Al servicio de las damas (My Man Godfrey, 1936) de Gregory La Cava. Tras arruinarse en el 29 y vivir como muchos debajo de un puente ver la posibilidad de recuperar su estatus al ser invitado a una casa rica por unas caprichosas niñas de papa como un pobre (un antecedente o un modelo de nuestro Plácido cumple de blanco magisterio) y entrando como sirviente en una casa rica para enamorar a la bella Irene (Carole Lombard) y capear con la insolente Cornelia (Gail Patrick).

 

Otras características de este cine es la importancia que, por vez primera, se le da a la mujer, que ya no es el segundo nombre en la cartelera por debajo del actor masculino, sino que se escribe con el mismo tamaño y a la misma altura por qué el papel de la mujer que se muestra es muy distinto al que tenía en la sociedad de la época. 

 

En La fiera de mi niña (Bringing Up Baby, 1938) de Howard Hawks, Katherine Hepburn interpreta a la hija de una familia bien, Susan Vance, cuya única razón en la vida es poner en problemas a los hombres y le echa el ojo a David Huxley (Cary Grant), un paleontólogo enfrascado en la reconstrucción de un dinosaurio, al que el perro de la chica le roba uno de los huesos del esqueleto y emprenden juntos una disparatada búsqueda por el galán y por la dama de la “clavícula intercostal” y del amor.

 

Pero no solo se equipará el papel de la mujer en el plano conyugal y de pareja, sino que su papel en la sociedad también ha cambiado porque también accederán en estas películas al mercado laboral y disputan el poder, o al menos, su validez e independencia sin estar amparadas por el macho. 


En Luna Nueva (His Girl Friday, 1940), también de Howard Hawks, Hildy Johnson (Rosalind Russell) es la reportera estrella del The Morning Post, que no solo deberá cubrir la ejecución de Earl Williams (John Qualen), sino que tendrá que evitar los tejemanejes de su editor y exmarido Walter Burns (Cary Grant) para que no se case con su prometido Bruce Baldwin (Ralph Bellamy) y no la vuelva a enamorar.


 

Por su parte, el hombre verá en peligro su estatus ante estas nuevas mujeres que reclaman su espacio. Tendrán dos formas reaccionar ante la amenaza, o se muestran débiles, inocentes, torpes y responsables, que se ven arrastrados desde el primer momento y sin quererlo por el juego de estas mujeres alocadas hacia las situaciones más insólitas. O el hombre también se puede presentan como un pillo, un holgazán de clase baja media, que intentan aprovecharse de la indolencia de las clases altas, por lo que intentan abrir los ojos de las damas más cegadas por la superficialidad de su clase.  


Charles Pike (Henry Fonda) es el hijo de un millonario que Preston Sturges dibuja en Las tres noches de Eva (The lady Eve, 1941) como un hombre inseguro, torpe e inocente. Es, por tanto, la víctima ideal de una familia de timadores de cartas, compuesta por el falso Coronel Harrington (Charles Coburn, un secundario de lujo en estas películas) y su hija Jean (Barbara Stanwyck), quienes le timarán fácilmente, hasta que cupido dispare su flecha en la protagonista femenina que lo cambie todo.


 

Los personajes y las situaciones de la Screwball Comedy rezuman optimismo por los cuatro costados. Para los hombres y mujeres que pululan por sus fotogramas no hay nada, por imposible que pueda parecer, que los detengan. Solo necesitan actitud (da igual la aptitud que tengan), y de una manera u otra conseguirán sus objetivos, aunque tengan que volver a intentarlo o a reinventarse tras cada secuencia.  


 

Por muy descabellada que le pareciera a la timadora de clase baja Eve Peabody (Claudette Colbert) la idea de hacerse pasar por una marquesa húngara en Medianoche (Midnight, 1941), de Mitchel Leissen; tampoco dejará de serlo con la aparición en escena de su novio taxista (Don Ameche) que tendrá que hacerse pasar por el marido de la heroína para conseguir enamorarla.


 

Aunque este optimismo para ojos más críticos raya en la locura. Pero se trata de una locura contagiosa. Estas películas no dibujan la vida tal y como es, sino como tal y como debiera de ser. Los personajes que pululan por ella, sean de la clase social que sea, parecen cuerdos, pero en ese análisis más profundo del que hemos hablado, todos están de psiquiátrico, o no. Hay que reconocer que el concepto de delito como tal no existe. Si el resto de los mortales hiciéramos lo mismo acabaríamos en una celda y tirarían la llave. Pero en la Screwball Comedy eso no sucede nunca, todo se arregla al final porque no hay maldad en sus acciones.


 

En 1938, Frank Capra hará una de sus primeras odas a la bondad del hombre a la manera roosveltliana, Vive como quieras (You Can't Take It With You). Al contrario que en el Romeo y Julieta de Shakespeare serán los dos jóvenes enamorados los que, sin recurrir a la tragedia, conseguirán unir dos mundos antagónicos: el padre (Edward Arnold) de Tony Kirby (James Stewart) es un alto ejecutivo agobiado por la responsabilidad de su cargo, mientras que el padre (Lionel Barrymore) de Alice Sycamore (Jean Arthur) es el cabeza de una familia de lunáticos que disfrutan de la vida haciendo lo que más les gusta

 




Hasta ahora, solo hemos hablado de la parte argumental. Pero, una de las claves del éxito de estas películas es que los guionistas consiguen dotar a lo narrado de un ritmo endiablado. Las situaciones se suceden sin dejar que el espectador piense, tan siquiera, que lo que se les cuenta es creíble. Todo ello está aderezado, además, con unos diálogos inteligentes, aunque absurdos, muy ingeniosos, aunque disparatados, y suelen tener dobles sentidos y mucha carga irónica, con el único fin de ser divertidos.


 

En El amor llamó dos veces (The More the Merrier, 1943) lo de menos es la crítica la escasez de alojamiento durante la Segunda Guerra Mundial, especialmente en Washington D.C. La situación de partida parece algo estática, Connie Milligan (Jean Arthur) alquila la mitad de su apartamento a Benjamin Dingle (Charles Coburn) y este a su vez la comparte con Joe Carter (Joel McCrea); la convivencia podría ser agobiante si George Stevens no hubiera conseguido dotar a la película de un ritmo frenético, en donde todos los diálogos están destinados a engañar o a engatusar a los otros dos protagonista, en aras del desenlace feliz difícil de imaginar al principio.


 

Todas las piezas de la Screwball Comedy encajan perfectamente porque cuentan con el lubricante perfecto en la narrativa de todos los tiempos: el romance. Tras la batalla de sexos todo acababa bien.

 


En La costilla de Adam (Adam's Rib, 1949) el duelo interpretativo, a través de los ojos del director Georges Cukor, Amanda Bonner (Katharine Hepburn) y su marido Adam (Spencer Tracy), abogada y fiscal enfrentados por la defendida de ella por matar a su marido por adulterio, se pasan toda la película en un enfrentamiento continuo que está a punto de acabar también con su matrimonio, pero que acaban reconciliándose porque el amor mutuo se recarga al final con el respeto.


 

En definitiva, no cabría en ninguna de estas películas la tragedia, para eso estaban los noticiarios contemporáneos para mostrar la Gran Depresión o la II Guerra Mundial, sino que bebía impregnarlo todo de la alegría de vivir que tanta falta hace hoy día.

En las condiciones actuales ya no se pueden hacer una Screwball Comedy, pero siempre nos quedarán las Screwball Comedy.


NOTA DEL AUTOR: ALGUNA DE LAS LAS FOTOGRAFÍAS Y VÍDEOS ESTÁN EXTRAÍDAS DE INTERNET SIN ÁNIMO DE COMERCIAR CON ELLAS. GRACIAS DE ANTEMANO POR LA AYUDA DESINTERESADA.

 

    En sucesivas entregas haré un recorrido lúdico, aunque exhaustivo sobre la HISTORIA DEL CINE con mayúscula. En un principio, va dirigido especialmente al público más joven, pero luego no excluir a nadie, como reza el título general. Por lo que cualquiera puede leerlo con el ánimo de aprender cosas en esta apasionante historia que todavía no tiene final y que nunca te las habían contado de esta manera.

En este BLOG no va a seguir un orden cronológico, sino que se irán desgranando los capítulos de forma aleatoria, ateniendo a mis gustos personales y a las anécdotas que vayan surgiendo. Más adelante, si es menester toda la obra se puede editar en libro siguiendo los cánones cronológicos al uso.

No te pierdas esta increíble aventura, que será el comienzo de una larga amistad…


Próximas entregas

  • Actrices de leyenda 
  • El Dios de Fernando Trueba 
  • El mundo siempre puede ser mejor para Capra
  • El cine  sonoro español y la II República


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