viernes, 23 de abril de 2021

Una de policías - Los géneros cinematográficos


Una Historia del Cine 

para niños 

de 0 a 99 años: 

 

—¿Qué echan hoy? 

—Una de policías



El cine negro, o simplemente noir, se ha convertido en el género por antonomasia del arte cinematográfico de finales de siglo XX y principio del nuevo milenio. Además, se ha convertido en el comodín para la evolución del resto de géneros. Me explico. En los Siglos de Oro las manifestaciones narrativas (de novela solo se puede hablar después del Quijote) caballeresca, sentimental, celestinesca, pastoril, morisca, nacían perfectas y solo podía repetir el modelo sin evolución posible. La única forma era introducir el factor de los viajes de la novela de bizantina.


Ocurre lo mismo en el cine actual, en donde se introduce en los otros géneros una trama policíaca para revitalizar el género marco. Lo normal es que crucen las características de distintos géneros para enriquecer el producto final.

Entrada verdadera al Cotton Club

Ha ocurrido en el cine de vaqueros: Dos hombres y un destino (1969) de George Roy Hill.


También, en el musical: Cotton Club (1984) de Francis Ford Coppola

Los negros pobres divirtiendo a los blancos ricos en el Cotton Club

Como no, en el melodrama: Que el cielo la juzgue (1945) de John M. Stahl


Por supuesto, en la comedia: La pantera rosa (1964) de Blake Edwards

Y no podía ser de otra forma, en la ciencia ficción: Blade Runner (1982) de Ridley Scott. Etc. 


Los géneros herméticos ya no se llevan y en el cine triunfa la mezcla de géneros, en los que el negro es el “color” de moda que combina con todo.


 En el cine #pre-codigo de censura en los años 30 triunfó, bajo el amparo de los Warner, el cine negro de gánsteres tras el éxito de El enemigo público (1931) de William A. Wellman con el machista y explosivo Tom Powers de James Cagney. A partir de esta se sucedieron una serie de películas en las que uno o varios hombres de extracción baja conseguían el sueño americano por la puerta de atrás, a lomos del estribo de un Ford T, empuñando la ametralladora Thompson que escupía balas a trote y moche, y al calor de la prohibición de beber alcohol, la famosa “ley seca” de la década anterior y la situación social que lo había provocado.

Modelo continuado con  Hampa dorada (1931), de Mervin Le Roy, en donde Edward G. Robinson interpreta a Rico, que está inspirado en el propio Capone.

Y configurado definitivamente con Scarface, el terror del hampa (1932), Howard Hawks, con un violentísmo y cruel Toni Camonte que impulsaría la carrera del limitado actor Paul Muni a punto de ser olvidado.

La década de los años 40 y la siguiente el noir se pobló de detectives privados. No me refiero al primero de todos ellos como el Holmes de Conan Doyle sino originarios de la novela americana del mismo género, deudores como no del genio de Baker Street: Sam Spade de Dashiell Hammett en El halcón maltés (1941) de John Huston: o Philip Marlowe de Raymond Chandler en El sueño eterno (1946) de Howard Hawks, que supuso el inicio del romance interpretativo y amoroso entre Humphrey Bogart y Lauren Bacall

En estas películas ni el engaño de la “mujer fatal” ni la fuerza bruta que los antagonistas les aplica, no puede nada contra el tesón detectivesco y la capacidad de sufrimiento que demuestran los detectives hasta llegar al fondo de la verdad, por encima del dinero que puedan llegar a cobrar o no. Al contrario que el cine de gánsteres, el cine de detectives tiene numerosas adaptaciones de escritores ingleses como el Hércules Poirot de Agatha Christie, belgas como el comisario Maigret de George Simenon, o españoles como el Carvallo de Vázquez Montalbán.


En este periodo clásico convivirán con los detectives los relatos negros sobre las bandas de atracadores que consiguen o fracasan en grandes y elaboradísimos robos como el Atraco perfecto (1956) de Stanley Kubrick, o el subgénero de las fugas de prisión como La fuga de Alcatraz (1979) de Don Siegel

Clint Eastwood defendiéndose de otro inquilino de Alcatraz

También asistimos a relatos protagonizados por policías que, a pesar de la corrupción que le rodea en los mandos, consiguen superar de todos los obstáculos que les ponen por el medio hacer su trabajo no sin dejar la moral a un lado en alguna ocasión; como el Dave Bannion de Los sobornados (1953) de Fritz Lang

Gloria Grahame, Lee Marvin y Jocelin Brando en Los sobornados
Lo mismo que los agentes del FBI que tras largas pesquisas, que los llevan por todo el país, consiguen atrapar al asesino, como el Rupert Anderson de Arde Mississippi (1988) de Alan Parker. Muchas veces, estás investigaciones están apoyada por otro ingrediente de la labor policíaca como es el trabajo forense, de los conocidos como CSI que se incluye, en estos filmes para concederle altos grados de verosimilitud.

En las últimas décadas, en las que nos hemos podido desembarazar de muchas cadenas morales, las estrellas del cine negro son los criminales, los que nos atraen no son sus perseguidores, si no conocer la verdadera raíz del mal. No se trata de pobres diablos de en los años 20 que por azar o por su mala cabeza debían utilizar el lenguaje de las armas y acababan muertos o en la cárcel para catarsis burguesa, sino que hablo de los psicópatas que matan por matar, los asesinos que no sienten nada cuando asesinan, verdaderos psicópatas que empiezan a poblar nuestras noches de pesadilla y que relegan al nivel de un niño a los monstruos clásicos como Drácula, Frankenstein, hombres lobos, brujas... 

No me refiero al caso de periodistas (A sangre fría, 1967 de Richard Brooks) o de investigadores (el telefilm estrenado en cine Ciudadano X, 1995 de Chris Gerolmo) que buscan indagar en la psique de estos psicópatas, si no que me refiero a películas contadas desde el punto de vista del asesino en serie, como Henry, retrato de un asesino (1986) John McNaughton, o la serie más o menos protagonizada por el personaje de Hannibal Lecter.

En definitiva, el cine negro es el género que llena las carteleras de los cines y encabeza la oferta cinematográfica de las plataformas digitales. Es difícil sustraerse a una película policíaca bien diseñada y mejor escrita. Estás películas excitan nuestra parte más voyeur desde la seguridad que nos proporciona la butaca de cine o el sillón de nuestro salón. Es difícil renunciar a estar sentados en primera fila como espectadores privilegiados de estas truculentas acciones, y sin el peligro de mancharnos de sangre, que sale muy mal de la ropa.

 


NOTA DEL AUTOR: ALGUNA DE LAS LAS FOTOGRAFÍAS Y VÍDEOS ESTÁN EXTRAÍDAS DE INTERNET SIN ÁNIMO DE COMERCIAR CON ELLAS. GRACIAS DE ANTEMANO POR LA AYUDA DESINTERESADA.

 

    En sucesivas entregas haré un recorrido lúdico, aunque exhaustivo sobre la HISTORIA DEL CINE con mayúscula. En un principio, va dirigido especialmente al público más joven, pero luego no excluir a nadie, como reza el título general. Por lo que cualquiera puede leerlo con el ánimo de aprender cosas en esta apasionante historia que todavía no tiene final y que nunca te las habían contado de esta manera.

En este BLOG no va a seguir un orden cronológico, sino que se irán desgranando los capítulos de forma aleatoria, ateniendo a mis gustos personales y a las anécdotas que vayan surgiendo. Más adelante, si es menester toda la obra se puede editar en libro siguiendo los cánones cronológicos al uso.

No te pierdas esta increíble aventura, que será el comienzo de una larga amistad…


Próximas entregas:

  • Orson Welles: del meteórico ascenso al ostracismo más fructífero (2/2)
  • Harold Lloyd: el eterno optimista 
  • El cine a la francesa: la novelle vague
  • Los otros géneros cinematográficos (5/5)


#términoscine

#pre-código: es el periodo de gracia y de mayor libertad desde que las ligas puritanas, que en Norteamérica clamaban por la ausencia de decencia en las películas, impusieron en 1931 a los Estudios un código moral voluntario, hasta que se aplicó extrictamente en 1934.


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