Una
Historia del Cine
para niños
de 0 a 99 años:
Evolución
de los
Efectos Especiales
El cine analógico es el que intenta reproducir una realidad similar a cómo la ve el ojo humano. Para ello utiliza los elementos naturales que tiene a su disposición a la hora de hacer trucajes, es decir, cuenta únicamente con las posibilidades que le da la cámara (ya hemos hablado aquí de los verdaderos milagros que consiguieron los pioneros Méliès, Chomón o, incluso, David War Griffith), que al rodarse solo están en la cabeza del director y se ven después de salir el negativo de la sala de #montaje. Luego, se pueden utilizar maquetas, maniquíes u otras figuras al natural para simular escenarios, caídas o mutilaciones que no pueden hacer los dobles. En definitiva, todo muy manual y a prueba de santos con mucha paciencia como Job.
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Willis O'Brien en plena faena |
Uno de estos santos era Willis O'Brien que en 1925 puso en pie un mundo jurásico de bolsillo en El Mundo perdido para el director Harry Hoyt. Basada la película en la novela de sir Arthur Conan Doyle (que intervino en la película haciendo un verdadero #cameo, es decir, interpretándose a sí mismo), los animales antediluvianos que se ponen en escena fueron recreados en el estudio, tras el rodaje de exteriores en Venezuela, por este mago de la #animation stop motion en el cine. Con muchos desvelos consiguió con muñecos crear un escenario bastante creíble para los tiempos en que estaba hecha.
(Si alguien quiere ver la película completa puede visionar la YouTube en el siguiente enlace: https://www.youtube.com/watch?v=blBnUEqEIIQ )
No contento con esta hazaña en el sonoro O’Brien lo volvió a hacer, en esta ocasión para Merian C. Cooper y Ernest B. Schoedsack, adaptando esta vez una novela Edgar Wallace. Así, nació en 1933 la mítica King Kong. Producida por David O’Selznick para la RKO, consiguió colar en nuestro imaginario una actualizada versión de la bella y la bestia en una isla anclada en el mundo prehistórico, pero esta vez con final trágico por la muerte del verdadero protagonista de la cinta, que sería abatido, acosado por los aviones y las balas.
Una anécdota con respecto a los decorados de la película. Se supone que los aborígenes del poblado de la isla estaban a salvo de los ataques de los animales prehistóricos por unas inmensas puertas a tamaño natural. No se construyeron para la película, sino que originariamente lo hicieron en 1927 para el Rey de reyes del ínclito Cecil B. De Mille. Pero no quedó ahí la cosa, sino que después de su uso en King Kong en los estudios de O’Selznick estorbaban este y otros mamotretos de antiguas películas, por lo que fueron reutilizados para recrear el incendio de Atlanta de la oscarizada Lo que el viento se llevó (Víctor Fleming, 1940) y fueron para siempre pasto de las llamas en perfecto #Technicolor.
Otro loco del cine del paso de manivela fue una de mis debilidades. Me arrodillo ante el último genio de la animación analógica fotograma a fotograma: Ray Harryhausen.
Aunque sus películas iban firmadas por diferentes directores, eran filmes de productor. Eran suyas de cabo a rabo porque era quien tenía la idea original y escribía la #sinopsis, se encargaba de los efectos especiales y de la producción. Este natural de Los Ángeles aprendió el oficio, ¡cómo no!, con O’Brien y luego con un estilo propio de las aventuras fantásticas orientales y mitológicas pobló su mundo con una interminable catarata de monstruos heterogéneos como el cíclope y el dragón de Los viajes de Simbad (Nathan Juran, 1958), el Talos, el gigante de bronce, y la hidra de siete cabezas de Jasón y los argonautas (Don Chaffey, 1963), la tortuga gigante y el alosaurio de Hace un millón de años (Don Chaffey, 1966), y el kraken y la Medusa de Furia de titanes (Desmond Davis, 1981), por poner algunos ejemplos. Ray manejaba a las mil maravillas monstruos de 15 centímetros que en la pantalla nos parecía a nosotros como espectadores terroríficos y formidables adversarios para el héroe de turno.
Pero, lo que siempre quedará en nuestra memoria son los sendos combates con un esqueleto en la peli de 1958 y con hasta siete en la de 1963. Dos escenas antológicas que, sin embargo, no merecieron el óscar a los efectos especiales por los miembros de la #Academia. ¡Bendita ceguera!
Cuando Ray Harryhausen producía su última película ya se habían ensayado en varios filmes los primeros efectos especiales digitales que hoy dominan la industria del cine. Con estos últimos se ha acabado con el romanticismo del cinema analógico, aunque nos haya permitido el cinema digital recrear mundos que de otra forma no se hubieran podido poner en pantalla de los que hablaremos en una segunda entrega. ¡Al César lo que es del Cesar!
NOTA DEL AUTOR: ALGUNA DE LAS LAS FOTOGRAFÍAS Y VÍDEOS ESTÁN EXTRAÍDAS DE INTERNET SIN ÁNIMO DE COMERCIAR CON ELLAS. GRACIAS DE ANTEMANO POR LA AYUDA DESINTERESADA.
En sucesivas entregas haré un recorrido lúdico, aunque exhaustivo sobre la HISTORIA DEL CINE con mayúscula. En un principio, va dirigido especialmente al público más joven, pero luego no excluir a nadie, como reza el título general. Por lo que cualquiera puede leerlo con el ánimo de aprender cosas en esta apasionante historia que todavía no tiene final y que nunca te las habían contado de esta manera.
En este BLOG no va a seguir un orden cronológico, sino que se irán desgranando los capítulos de forma aleatoria, ateniendo a mis gustos personales y a las anécdotas que vayan surgiendo. Más adelante, si es menester toda la obra se puede editar en libro siguiendo los cánones cronológicos al uso.
No te pierdas esta increíble aventura, que será el comienzo de una larga amistad…
- Una de miedo: los géneros cinematográficos (2/5)
- Carlitos se hace mayor (4/4)
- El marxismo según los Hermanos Marx (2/3)
- De analógico a digital (2/2)
#términoscine
Muchísimas gracias por compartir siempre el enlace a sus contenidos. Sin duda una página que da para mucho y muchos.
ResponderEliminarAbrazos.
Feliz día.
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Feliz día.