Una historia del Cineclub en la Rioja:
2.1. Los Cineclubs de los años ‘50
Este artículo ha sido realizado con una ayuda a la investigación del Instituto de Estudios Riojanos
Esta
serie de trabajos de historiografía cinematográfica investigación se planteó
para dar a conocer la actividad cine-clubista que se hubiera desarrollado en La
Rioja a lo largo de la historia del cinematógrafo, partiendo de los que
surgieron como tales a principios de la década de los años cincuenta y que
proliferaron en diferentes localidades de nuestra (por entonces) provincia en
posteriores fechas, sin dejar de rastrear algunos intentos que se pudieran
haber promocionado en fechas anteriores a la Guerra Civil, nacidos tras el
empuje que el cine-club encontró al convocarse el primero que en España se
constituyó alrededor de La Gaceta Literaria en 1929.
Con esta investigación se pretende repasar en
profundidad los orígenes, desarrollo y ocaso que el cine-club pudo alcanzar en
territorio riojano a lo largo de más de cincuenta años en los que el
cinematógrafo encontró un modelo de exhibición (fuera de los cauces comerciales
de algo que traspasa los límites de un medio técnico que consigue pingües
beneficios para convertirse en arte) en que ahondar un poco más en la cultura
cinematográfica del espectador e intentar enriquecer su punto de vista ante la
pantalla, más cercano al concepto de cinefilia que tenemos hoy en día.
De la fractura de
la guerra sólo
se pudo salvar el
cine-club del
Sindicato Español
Universitario, que tras las dos sesiones de 1935, a mediados de abril de 1939
ya
está dispuesto a reanudar sus sesiones con la proyección en el cine Génova del
documental El imperio de los Incas y la película Hombres del mañana (No greater
glory,
Frank Borzage, 1933),1 aunque únicamente pudiera sobrevivir durante un año
por las estrecheces propias de
la época. De aquí
en adelante estas mismas
dificultades se reproducirían en cada uno de los cine-clubs que habrían de surgir en los próximos años: los cine-clubs madrileños del CIRCE (Círculo cinematográfico Español) en
1941 y del “Círculo de
Escritores Cinematográficos”
en 1945,
el “Alcalleres” de
Valladolid
o el “Educación
y Descanso” de Salamanca.
Tras una
primera etapa en que el mundillo cinematográfico
profesional los había acogido con
afecto y se les facilitaba su labor gratuitamente, esta situación de ventaja pronto se les
fue negada por la propia industria por la competencia
comercial que los cine clubs
representaban
y “tienen que ir replegándose
a salas modestas de colegios o asociaciones culturales, tienen que
buscar como pueden películas en
la naciente Filmoteca Nacional de la que va a encargarse Fernández Cuenca, o van a tener que solicitar árnica
a las representaciones diplomáticas en nuestro país, para conseguir películas gratis. Porque las entradas
ya no podrán ser a una peseta o una cincuenta,
como en el caso de “CIRCE”, tendrán que pasar a dos
o más, por el
momento
(Hernández Marcos - Ruiz Butrón, 1978: 37).”
Carlos Fernández Cuenca |
El 30 de diciembre de 1945 nacerá en Zaragoza el cine-club que habrá de servir
de
modelo a los que posteriormente habrán de constituirse: el Cine Club “Zaragoza”. Su importancia no puede medirse por la calidad de las película exhibidas bajo su amparo, sino por el enfoque de la sesiones en perfecta coordinación, obra de sus impulsores
Eduardo Ducay, Orencio Ortega Friso y, sobre todo, Manuel Rotellar. Se
cuidaba todo hasta el menor detalle, empezando por un completísimo programa de ocho páginas con fotografías, fichas completas y comentarios
de
las películas, para
luego mimar la afinidad de los títulos a proyectar y después la interrelación
entre las
sesiones, precedentes y
posteriores, como antecedente de los ciclos. A su estela, o
como evolución lógica de una fórmula
ya bien pergeñada, aparecerán imitadores como el
“Ramiro de
Maeztu” de
Madrid, el
“Universitario” de
Barcelona
(así
como
una pléyade de otros “Universitarios” en diferentes puntos de la geografía nacional), el de la “U.C.E.” (Unión Cinematográfica Experimental) y el “Specta”, ambos de Madrid; el
“Pamplona”,
radicado en dicha localidad; el “Moterols” y el “Cercle Lumière”, dependiente de la Embajada de Francia; localizados los dos en la Ciudad Condal; el “Cine Estudio”, emanado
del
Ateneo de Madrid; el “Vinces”, sufragáneo del Consejo
Diocesano de Acción Católica; el “Segundo de Chomón”,
supeditado al Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográficas;
o el “Orense”, sito en esta ciudad
Gallega.
Sólo el entusiasmo de sus promotores y la afición de sus espectadores podían superar el inconveniente mayor de esta manifestación cinematográfica,
en
una época en la que los soportes
de
las películas no era el más adecuado,
por
su alto de índice inflamación y por qué todavía no se había extendido por el mundo la necesidad de la conservación de las películas por su condición de obras de arte; la mala calidad de las copias: “Porque éste era el problema
terrible de los cine clubs de la época; que las copias existentes cada vez estaban más deterioradas, cada vez más reducidas, a
fuerza de cortes por el uso, produciéndose saltos que sólo la devoción cinéfila podía
tolerar. ‘Ante una obra de arte -se decía- preferible es ver una parte, que no ver nada’. Y así se justificaban sesiones injustificables. Pero, después de todo, esto daba un tono heroico a estas sesiones de los cine clubs de los años cincuenta, quienes nunca
sabrán suficientemente lo que para la calidad de sus sesiones, y muchas veces para
su supervivencia, deben al Servicio Francés de Información, al frente del cual estaba
por
entonces un sencillo intelectual francés, encantador y
generoso, llamado Marcelin
Defourneaux, a quien tanto deben los cine clubs universitarios,
surgidos a la palestra de esa década (Hernández Marcos - Ruiz Butrón, 1978: 42).”
¿Un cine club en Logroño? era la pregunta que encabezaba
un artículo de publicado en Nueva Rioja el 27 de octubre de 1951 con la intención de sondear los
posibles acólitos que la idea pudiera suscitar para seguir adelante con el proyecto, ya
que este llamamiento se produjo cuando las gestiones para el mismo ya estaban muy
avanzadas. Esta proclama se convertiría en la segunda manifestación cineclubística
radicada en
La
Rioja, de que tengo noticia, tras las sesiones del Ateneo que antes de
la guerra auspiciara en Logroño el Cine Club Español de la Gaceta Literaria. Como manifestara el autor de dicho reclamo, la idea nació a la estela de otras capitales, “al
igual que lo tienen no pocas capitales españolas,”
por
la intermediación de varios
“entusiastas”
que “concibieron la idea, consultaron pareceres, y la favorable acogida
que
el proyecto tuvo por parte de cuantos logroñeses amantes del cinema lo
conocieron, les
sirvió de aliento para poner
manos
a la obra.” Al anunciarse
la inminente sesión inaugural, esta arenga publicada para recabar el mayor número de
socios posible acababa con unas esperanzadoras previsiones: “alcanzará bien pronto
consideración
e importancia suficientes para situarse al lado de los ya existentes en
España,” que su trayectoria posterior desmentirían.
Tres días más tarde se confirmaba en Nueva Rioja la rapidez de las gestiones de
los organizaciones y la celebración de
la sesión inaugural
del Cine Club LOGROÑO para el 4 de noviembre en un local por determinar, con el fin de cumplir el objetivo de los cine-clubs que para el autor de la nota residía en “promocionar
, a cuentos sienten interés o predilección por las cuestiones cinematográficas, un medio
de satisfacer sus
inclinaciones, facilitándoles la oportunidad de gustar o incluso estudiar todo lo que el cine es, ha sido y puede ser, especialmente desde el punto de vista artístico.” A continuación, elaboraba
un
ambicioso plan de actuación de todos los
cine-clubs en general, y el de Logroño en particular, que comprendía la proyección de
películas
y de documentales, y la organización de
conferencias
sobre
cine por personalidades nacionales y extranjeras, etc. Por último, anticipaba el funcionamiento
interno del cine-club, en el que en un futuro habrían de celebrarse
dos
sesiones por mes, en domingos alternos, diferenciadas
en dos partes, una primera compuesta por
una
conferencia, o de la proyección de un documental o de una película muda; y una segunda para la proyección de un largometraje
sonoro. Como no podía ser de otra
forma, se le proporcionaría a los asistentes el consabido folleto, “cuidadosamente editado, que contendrá los datos y demás información para orientar suficientemente al espectador acerca del
sentido artístico de la sesión.” Además se anunciaba la novedad de la celebración en cada sesión un “concurso de crítica” de la película proyectada,
premiada en metálico con una cantidad no reseñada y con su publicación
en
el folleto
siguiente. La asistencia a las sesiones estaba reservada únicamente a los socios, por lo que no se abriría la
taquilla.
No sería el día cuatro, sino que definitivamente el domingo 11 de noviembre de 1951 a las once y media de la mañana se celebraría en el cine Avenida de la capital riojana la sesión inaugural del Cine Club Logroño. El acto se abrió con la conferencia
titulada “En torno al cineclub”, impartida Raimundo Aldea, guionista socio de honor del, ya citado, cine club Pamplona (primer indicio que emparienta a los dos cine-clubs), a
la que le siguió la proyección de dos documentales, La ciencia al servicio del cine y
Balzac, éste último producido y dirigido por Jean Vidal que fuera premiado como primer
premio al film biográfico del III Festival Internacional de Río de Janeiro de 1950; y la
del
largometraje de Georg Wilhelm Pabst (1895-1967), Don Quijote (Don Quichotte,1933), basado en la célebre novela cervantina adaptada por el propio y director y por
Alexandre Arnou, e
interpretada por Feodor Chaliapine.2 Al domingo siguiente se
celebraría
una
segunda sesión del Cine Club Logroño dedicada al cine musical. Ésta
se abriría con el documental inglés titulado Los instrumentos de la orquesta, al que le se seguiría otro de Jean Mitry, Pacific 231 (1949), en esta ocasión basado en una sinfonía de Arthur Honegger. El acto finalizaría con
la proyección de Casta Diva (1935), hagiografía sobre el compositor Billini, que incorporaba fragmentos de sus
ópera, dirigida por Carmine Gallone e interpretada por Martha Eggereth y Philliphs Holmes.3
En la notas de prensa se hacía siempre
hincapié de la gran acogida que había tenido el cine-club por parte de los aficionados,
el
gran número de abonados que se
había
apuntado y lo concurrido
de las
sesiones.
Asimismo,
se estableció como
domicilio social del mismo en la calle Hermanos
Moroy, 1, principal. A pesar de esta acogida, el último día de noviembre salió publicado en Nueva Rioja un oficioso
manifiesto del cine-club,
obra de José Luis Domingo Muro y titulado Logroño, su
cineclub y usted..., en el que
su autor quiere
expresar
el agradecimiento
y la satisfacción de los organizadores para con el público logroñés; pero con el que, tras
remarcar
algunos de los objetivos de los cine-clubs en general (por ejemplo el de
“contemplar
mucho de lo bueno que no se proyecta en nuestros salones cinematográficos”),
pedía al público “un poco de tiempo para la eficaz captación del
medio en que ha de desenvolverse.”
En
esta arenga, Domingo Muro se permitía la
licencia de abroncar a los logroñeses, en general, y a los socios de la Filarmónica de
Logroño, en particular, por haberse perdido la segunda sesión del cine-club dedicada
a la
música. Pero no les guarda rencor
y espera
que el público logroñés con su concurrencia sepan romper su prudencia y desconfianza con esta manifestación cultural.
Obra de J.L.Domingo Muro |
En este manifiesto se confirma definitivamente que los organizadores del Cine
Club
Logroño fueron los fundadores, asimismo, del citado cine-club Pamplona, con
lo que su sucursal logroñesa tendrá en un futuro un rémora importante en su devenir por
esta puntual circunstancia. Para futuras sesiones se tenía previsto el ambicioso plan de
presentar “las figuras de los mejores directores en sus más famosas producciones a lo largo de la historia de la producción cinematográfica,” que iba a traducirse inmediatamente en el mes de diciembre con la proyección de algunas de las películas del realizador alemán Willy Forst y una retrospectiva del cine documental francés. De
este modo, el domingo 3 de diciembre se celebró en el cine Avenida su tercera sesión con la proyección de los documentales franceses Revolución 1848,
de Spiri de la Mure y Soboul
y una biografía del
pintor
Vincent Van
Gogh
por Gaston Diehl
y Alain
Mesnais; seguidos del largometraje
del
actor y director vienés Willy Forst titulada Serenade
(1937).4 El último acto del Cine Club Logroño tendrá que esperar dos días,
tras anularse una primera convocatoria
fijada para el domingo 17 de diciembre, para
celebrarse el martes 19, día de Nuestra Señora de la Esperanza, con la proyección de los documentales El fanal de los muertos, de Jacques Casembroot, y El evangelio de
la piedra, de André Bureau; y la continuación
del
ciclo de Willy Forst con la película Mascarada
(Maskerade, 1934), que fuera interpretada por Olga Tschechowa, Paula
Wessely y Adolf Wolhbrück.5
Quizás por su manifiesta dependencia con el de Pamplona, pero la aventura del
Cine Club Logroño no dio más de sí, aunque
su labor no caería en saco roto.
Recogiendo su antorcha pero desligándose por completo del mismo, a principios de 1952 otro grupo de entusiastas del cine anunciaron en Nueva Rioja el impulso de un nuevo cine-club para satisfacer
la demanda del público de la capital y recalcando su origen autóctono: “esta
vez real y verdaderamente
creado y sostenido
por logroñeses.”6 Como los pamplonícas le habían usurpado su epígrafe lógico, tuvieron que elegir otro de similares características que los diferenciase, aunque desbordara un poco los límites que la organización aspiraba alcanzar. De este modo, el 20 de enero
de 1952 abrirá sus puertas por primera
vez, en esta ocasión
de forma gratuita y por invitación, el CINE CLUB RIOJANO, que mantendría -como revancha- el mismo día (domingo), salón (Avenida) y
horario
(once y media) que su predecesor; y, de la misma forma, tampoco dudará en convocar a sus sesiones a los miembros del fenecido
Cine-Club Logroño.7
Como no podía ser de otra forma, sus objetivos no estaban muy claros. En una misma nota de prensa, unas veces, eran lo suficientemente amplios como difíciles de cumplir: “admirar las mejores
películas
de todos los tiempos, películas de ayer y hoy, que
quedarán en el futuro;” y, en otras, demasiado humildes, pero más susceptibles de
ser
realizados: “no se propone más que ofrecer a sus paisanos unos ratos agradables
de
buen cine”.8 Todo ello
bien condimentado de ilusión y amor
por
el cine. El programa de la sesión inaugural
se correspondía con perfectamente con estos lugares comunes de todos los cine-clubs que empiezan. No se componía de películas memorables de la historia de la cinematografía, pero a buen seguro que
ayudaron a pasar un buen rato
a los asistentes a una acto compuesto por un documental alemán de la Tobis, Desde
Aquisgrán al bajo Rhin, después por un complemento
cómico, y por último por una
comedia musical francesa ambientada en la
Costa Azul de título París-Montecarlo.
Como temiendo
que lo anodino de su primera sesión no animase a la gente a
suscribirse, los organizadores no tardaron en publicitar los propósitos que les impelían en su empresa, nacida para agrupar a todos los aficionados, tanto espectadores como cinematografistas
amateurs, “siempre y cuando que cada uno de ellos lleve en su interés un objetivo de mejoramiento y superación.” Se comprometían a proyectar en
sus
sesiones el tipo de películas que se quedaban
fuera de los programas del cine
comercial “como documentales culturales y científicos y cintas representativas de todos
los
tiempos que, por su significación histórica o artísticas, hayan alcanzado el honor de
figurar en las antologías cinematográficas;” pero haciendo resaltar que no se limitaría al cine minoritario, sino todas aquellas que “con sus aportaciones en los terrenos de
concepto,
técnica, arte y oficio han hecho posible el grado actual de expresividad cinematográfica;” para conseguir que cada temporada del cine-club se constituyese
en
“un cursillo que
sirva de recordatorio a los
entusiastas de ayer
y de enseñanza a los nuevos adeptos al séptimo arte.”9 En la misma nota de prensa se volvía a recordar a
los
interesados en suscribirse al cine-club que podían recoger los boletines en el vestíbulo del cine Avenida o al domicilio provisional de la entidad sito en Queipo de Llano, 20, 3º, izq., tfno. 32-13.
En sucesivas notas de prensa los organizadores
del
Cine Club Riojano irán adelantando los
contenidos de las próximas sesiones, unas
veces de
forma
meramente
numerativa
y otras de forma valorativa. En este segundo sentido, el 13 de febrero de 1952 realizarán una defensa del documental, en general, y como elemento
importante
de
sus programas, en particular. Partiendo de la premisa de que es un
“instrumento de cultura insustituible” en pocas ocasiones al alcance del gran público,
quieren utilizarlo como complemento
de
la película base o, incluso, como monográfico
“sobre las más diversas materias.” En cuanto a cuestiones administrativas, se amplían los lugares en donde recoger los boletines de suscripción al Círculo logroñés, al Aero Club y al Gran Casino, y se anuncia que la cuenta mensual
a satisfacer por los socios será de 15 pesetas,
lo que les da derecho
a entrar de forma gratuita, por lo menos
mientras el cine-club estuviera en constitución.
Para el mes de febrero estaban previstas
en
el cine Avenida dos sesiones
ordinarias y una extraordinaria documental: el viernes 22, a las siete y media de la tarde, se pasarían los documentales en technicolor Snowdonia y Tierra de todos y la película
(supongo que la versión sonora)
de Fritz Lang
para
la Nero Films, El testamento del doctor Mabuse (Das Testament des Doktor Mabuse, 1933); el domingo 24, a las doce y media de la mañana, se proyectaría un monográfico sobre tema
médico, con los documentales Historia del D.D.T y La sarna
y su tratamiento; y el viernes 29 se cumplimentaría
el programa con un documental sobre la decoración, La casa a través de los siglos, y otro en technicolor
que llevaba por título Hawicka, como complementos a la producción francesa de Georgius y Jacqueline Jacquet, Elixir de
amor.10 Sin embargo, las cosas no sucedieron habían previsto la organización, porque
la idea de instaurar los viernes como día fijo para sus sesiones no se pudo lograr, de
momento, al chocar con los intereses comerciales de una empresa como la del cine
Avenida que no quiso ceder
el
local en ese horario. De este modo, en el mismísimo viernes 22 se publicó una nota de prensa en Nueva Rioja en la que se anunciaba el
trasladó al domingo por la mañana de la sesión de ese día, considerada
en la misma nota
como la verdadera sesión inaugural del
Cine Club Riojano, porque
la anterior “no tuvo otro alcance ni significación
que
el de hacer acto de presencia ante la afición logroñesa al cine.” Por lo tanto, desaparecería
la sesión documental que tenían fijada
para esta fecha y se desplazó la del 29 de febrero al 2 de marzo.
Como respuesta a las dos primeras sesiones y antesala de la tercera, en otra nota de prensa en Nueva Rioja de 12 de marzo la organización vuelve a insistir en sus propósitos fundacionales en respuesta a una pregunta retórica puesta en boca del
gran
público de ¿qué es el Cine-Club?
y ¿para qué sirve? Amparados en un criterio cultural
se autoimponen
“una misión orientadora y formativa, que aproveche la extraordinaria
arma difusora del cinematógrafo para objetivos educativos.” Quieren desmarcarse de
la mera proyección de películas antiguas para seleccionar “antológicamente
nuestras
proyecciones de esta índole, alternándola con valiosas cintas documentales e
instructivas
de última novedad,” con la sana intención, “dada la índole minoritaria y selecta de nuestra sociedad”
de confeccionar “programas no comerciales, que por su elevado
nivel
artístico-educativo, no
son aptos
para
el gran
público.” Con esta declaración de intenciones se están contradiciendo
un poco, a la vez que firman su
propia acta de defunción por querer circunscribir su propuesta a una minoría selecta,
recalcada por la particularidad organizativa de la advertencia de que para ingresar a partir de abril en el cine-club, los aspirantes tendrán que estar avalados por dos
socios, dada la necesidad de
“ir restringiendo, y seleccionando la calidad de los
socios”. En esta misma nota, también se anunciarán otros proyectos de la sociedad que habrán de quedaren el olvido: la preparación de su “primer gran baile,” con la idea
de repetirlos en el verano “con proyecciones
al
aire libre y baile en los jardines,” y el
inicio de las gestiones para celebrar un I Gran Certamen de Cine Amateur.
¿Cuáles fueron las circunstancias
que pudieron confluir para la pronta desaparición del Cine Club Riojano al final de esa misma temporada? Si hemos de
creer a la propia organización por lo manifestado en las notas de prensa, la creación a su alrededor de tantas expectativas, la autorrestricción del numero de inscripciones y los interesantes proyectos que se barajaban en su seno, parecen desmentir
lo abrupto
de su cierre. No obstante, es
necesario
resaltar
la particularidad
de que en
los sucesivos programas se exhibieran sólo films documentales, ratificado por el detalle
de que dos sesiones debieron de retrasarse por la demora en la recepción del material, lo cual da cuenta de las dificultades que encontraron sus organizadores a la hora de encontrar películas de ficción y su excesiva dependencia con los distribuidores.
1.- Los datos enumerados a continuación están sacados casi todos de la Historia de los cine clubs en España de José Luis
Hernández Marcos y Eduardo
Ángel Ruiz Butrón, Madrid, Ministerio de Cultura, 1978.
2.- “Hoy inaugura sus sesiones el ‘Cineclub Logroño”
y “Brillante sesión inaugural del ‘Cineclub Logroño”.
Ambos en Nueva Rioja,
11 y 14 de noviembre de 1951 respectivamente.
3.- “La segunda sesión de ‘Cineclub Logroño”
y “Segunda sesión de ‘Cineclub Logroño”.
En Nueva Rioja, 18 y 20 de noviembre de
1951.
4.- “La pasada sesión de ‘Cineclub Logroño”.
En Nueva Rioja, 7 de diciembre de 1951.
5.- “Cuarta sesión de ‘Cineclub Logroño”,
“Se aplaza la sesión de ‘Cineclub Logroño”
y “La cuarta Sesión de ‘Cineclub Logroño”. En Nueva Rioja, 16, 18 y 20 de diciembre de 1951.
6.- “Cineclub Riojano”. 18 de enero de 1952.
7.- “La sesión inaugural de ‘Cine Club Riojano”. En Nueva Rioja, 20 de enero de 1952.
8.- Nueva Rioja, 19 de enero de 1952.
9.- “Propósitos de ‘Cine Club Riojano”. En Nueva Rioja, 24 de enero de 1952.
Continuará...
Todas las
fotografías están extraídas de internet sin ánimo de comerciar con ellas.
Gracias de antemano por la ayuda desinteresada.
¡Que
aproveche! Un cordial saludo.
Aitor
Hernández Eguíluz
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Muy interesante todo lo referente a cine-clubs ya que no había leído nada sobre ello.Igual hablar a mis abuelos ,en la época fue la bomba cuando se estrenaron.
ResponderEliminarBesos.
Rita.