Una historia del Cineclub en la Rioja:
1. Los Cineclubs Republicanos
Este artículo ha sido realizado con una ayuda a la investigación del Instituto de Estudios Riojanos
Esta
serie de trabajos de historiografía cinematográfica investigación se planteó
para dar a conocer la actividad cine-clubista que se hubiera desarrollado en La
Rioja a lo largo de la historia del cinematógrafo, partiendo de los que
surgieron como tales a principios de la década de los años cincuenta y que
proliferaron en diferentes localidades de nuestra (por entonces) provincia en
posteriores fechas, sin dejar de rastrear algunos intentos que se pudieran
haber promocionado en fechas anteriores a la Guerra Civil, nacidos tras el
empuje que el cine-club encontró al convocarse el primero que en España se
constituyó alrededor de La Gaceta Literaria en 1929.
Con esta investigación se pretende repasar en
profundidad los orígenes, desarrollo y ocaso que el cine-club pudo alcanzar en
territorio riojano a lo largo de más de cincuenta años en los que el
cinematógrafo encontró un modelo de exhibición (fuera de los cauces comerciales
de algo que traspasa los límites de un medio técnico que consigue pingües
beneficios para convertirse en arte) en que ahondar un poco más en la cultura
cinematográfica del espectador e intentar enriquecer su punto de vista ante la
pantalla, más cercano al concepto de cinefilia que tenemos hoy en día.
Si el
invento del cinematógrafo tomó carta de naturaleza en Francia, el origen del cine-club
también hay que fijarlo en el país vecino, tomando en este caso el relevo de
los hermanos Lumière la figura de Louis Delluc (también considerado en este
país como inventor de la crítica cinematográfica), quien, tras fundar en 1920
una revista con ese mismo nombre, creó un año más tarde una asociación que
acuña el termino Cine-club para las sesiones cinematográficas del
Estudio de las Ursulinas en que se estudiaban las películas, aunque en un
principio lo hicieran sólo los profesionales. De ahí la chispa que habría de
propagar el fuego del cineclubismo por todos los confines del globo, sin
olvidar su obligada parada en España.
Tras la estela marcada por un primer ejemplo, como fuera el Cineclub Español auspiciado por La Gaceta Literaria, le siguieron una pléyade de continuadores que, con mayor o menor suerte, configuraron el amplio movimiento cineclubística que se desarrolló en la Segunda República, que respondía a una orientación que nada tenía que ver con la postura recomendada por el Congreso, más cercana a la actuación propia de una cinemateca que a la de un cine-club, sino que se buscaba desempeñar una labor divulgativa, que cumplirían dentro de sus posibilidades cada uno de estos cine-clubs, pero sin tener que entrar en las valoraciones de tipo ideológico que cada uno de los fundadores defendiera en sus sesiones.
Tras la estela marcada por un primer ejemplo, como fuera el Cineclub Español auspiciado por La Gaceta Literaria, le siguieron una pléyade de continuadores que, con mayor o menor suerte, configuraron el amplio movimiento cineclubística que se desarrolló en la Segunda República, que respondía a una orientación que nada tenía que ver con la postura recomendada por el Congreso, más cercana a la actuación propia de una cinemateca que a la de un cine-club, sino que se buscaba desempeñar una labor divulgativa, que cumplirían dentro de sus posibilidades cada uno de estos cine-clubs, pero sin tener que entrar en las valoraciones de tipo ideológico que cada uno de los fundadores defendiera en sus sesiones.
La página dedicada al cine en La Gaceta Literaria |
El Cineclub Español inició sus
sesiones en enero de 1929 por la iniciativa directa de Ernesto Giménez
Caballero, Luis Buñuel y César M. Arconada[1]. El primero era el
conocido Gecé, fundador y director de la Gaceta, a la par que escritor,
que se dio a conocer con Notas marruecas de un soldado (1923)[2] que supuso un pequeño escándalo en su época
por describir con acritud la situación de los soldados españoles en el
protectorado de Marruecos, evolucionando desde esta su primer obra entre el
vanguardismo, sustentado por el '27 del que fue precursor, y el nacionalismo,
heredado del regeneracionismo del '98; para desembocar en un fascismo que le
llevó, mejor dicho que él mismo provocó, a la soledad que presidió la última
etapa de su revista, que acabó convirtiéndose en un ejercicio de egocentrismo
bajo el significativo título de El Robinson Literario.
Leyenda en La Gaceta Literaria |
Luis Buñuel fue quien en primera
instancia a finales de 1928 ofreció en la Residencia de Estudiantes, auspiciada
por la Institución Libre de Enseñanza, algunas sesiones de films de avanzada,
una actividad que al encargarse de Cinema -la sección cinematográfica de
la Gaceta- transformó en dicho Cineclub, por su buena acogida entre los
residentes de los altos del Hipódromo, y que coordinaría hasta su marcha a
París en donde dirigirá junto a Salvador Dalí Un chien andalou (1929) y L'Age
d'or (1930) como principio de su mistificación posterior.
Por último, César M. Arconada era
redactor cinematográfico de la revista, una faceta que compaginaba con la
literaria -En torno a Debussy (1926)- y con la biográfica -La vida de
Greta Garbo (1929) y Tres cómicos del cine: Charlot, Clara Bow y Harold
Lloyd (1931)-.
Chaplin |
Con mayor o menor fortuna en los
programas, el Cineclub Español realizó veintiuna sesiones a lo largo de sus
tres años de existencia. En las mismas se proyectaron, entre otros, films de
vanguardia como Entr'acte, Chute de la Maison Usher, Un chien
andalou, Esencia de verbena o La Coquille et le Clergyman;
films documentales[3] como Zalacaín el aventurero, La dama
de las camelias, Historia del Cinematógrafo, Documento de la Gran
Guerra u Operaciones quirúrgicas; films de repertorio como Tartufo,
El cantor de Jazz, Avaricia, Das kabinett des Doktor Caligari
o Sous les tois de Paris; films chinos; films biológicos; films cómicos
de Harry Langdon, Charlot, Buster Keaton, Harold Lloyd o Bebe Daniels; films
rusos como Iván el Terrible, Tempestad sobre el Asia, La línea
general, La madre o El acorazado Potemkin; y films culturales
o científicos de "Luce" o "Ufa".
El gordo y el flaco |
Antes de las proyecciones se ofrecía
una presentación o ensayo cinematográfico a cargo de conferenciantes muy
renombrados como el propio Ernesto Giménez Caballero, Ramón Gómez de la Serna,
Pío Baroja, Federico García Lorca, Benjamín Jarnés, Rafael Alberti, Luis
Buñuel, Julio Alvarez del Vayo, el Marqués de Guad-El Jelú, Luciano de Feo,
Eugenio Montes, el doctor Lafora, el doctor Marañón, Ricardo Urgoiti, Miguel
Pérez Ferrero, Germaine Dulac, Luis Araquistáin, Samuel Ros, Conchita Power y
Mantilla. Sin embargo, el Cineclub Español no se ceñía únicamente a la capital,
sino que esta actividad tenía su continuidad en provincias con la repetición
del material de las sesiones o con la inspiración de nuevas proyecciones, como
en los casos cuyos principales animadores fueron: Mirador, de Barcelona; condes
de Berlanga, de Málaga; J. Aparicio, de Oviedo; Aizpurúa, de San Sebastián;
conde del Romeral, de Sevilla; Fernando Aldana, de Zaragoza; Luelmo, de
Valladolid; Cano, de Teruel; Manuel Sota, de Bilbao; y Guarner y Percas, de
Valencia.
Harold Lloyd |
En el caso de La Rioja, que aquí nos
ocupa, algunas de estas sesiones fue auspiciada en la ciudad de Logroño por el
Ateneo de esta localidad. Esto constituye el primer rastro de un Cine-Club
de que tenga noticia en nuestra región.
Juan Piqueras |
Toda esta avalancha de datos dejaba
constancia de la importancia que en su época alcanzó el Cineclub Español que,
en palabras de Juan Piqueras -otro de los colaboradores más asiduos tanto en la
revista como en el cineclub-, "ha realizado otra gran labor marcando
una influencia en los programas de los grandes y pequeños públicos",
porque, como ejemplifica el autor, se logró que se estrenase en el circuito
comercial Tartufo gracias a su proyección en el Cineclub, o que una
empresa les disputase y se llevara por su poderío económico el estreno de Soledad,
o que se rescatase la película de Eric von Stroheim, Avaricia (Greed),
del olvido en que la M.G.M. la sumió, o que -como logro más importante en
opinión de Piqueras y a cuya justificación dedica la mayor parte del artículo-
se hiciera una sesión dedicada íntegramente al cine cómico, ya que "ha
despertado -últimamente- un máximo interés en el público y -principalmente- en
la 'joven literatura'. Un interés que ninguno supo concederle en su día.
“Así El circo y La quimera del oro,
de Charlot; Mi vaca y yo, de Buster; Sus primeros pantalones, de Harry Langdon
son hoy mucho más conocidos que en sus fechas de estreno"; lo cual
conllevó que algunas empresas de la época repusieran los programas cómicos. La
conjunción de todas estas circunstancias confirmaba la aseveración que Piqueras
hacía en el título y que era utilizada como epígrafe específico: Influencia
del Cineclub en los programas del cinema público[4].
No obstante, era un arma de doble
filo porque, en opinión posterior de Luis Gómez Mesa, esta influencia supuso, a
la larga, la desaparición del Cineclub Español por la intervención de las
Empresas: "Muerto el 'Cine-club' a mano airada, asesinado por
los empresarios que le suponían un excelente negocio, ellos se proponen
continuarle. Pero sin fortuna. Exploraciones allí y allá. Planes formidables
para captación de una clientela enterada, entusiasta y constante. Y luego, como
resultado práctico, nada: un gigantesco cero de ocurrencias sin lograr"[5].
Ejemplar con peli proletaria: La tierra tiene sed |
Publicidad en la revista de su Cineclub |
En la génesis del cine-club Selecciones
Proa-Filmófono participaron de forma activa, bajo las órdenes de Ricardo
María de Urgoiti, dos importantes nombres de los ya citados en el caso del
Cineclub Español: Luis Buñuel y Juan Piqueras. Urgoiti, gracias al impulso de
ser hijo de Nicolás María, fundador de Papelera Española, se introdujo con
Filmófono en el cinema, llegando a abarcar con acierto casi todas las facetas
industriales que condicionan este arte. Parte de las penurias económicas de
Piqueras en París se mitigaron un tanto cuando consiguió por la mediación de
Giménez Caballero ostentar allí, con un sueldo fijo, la representación de
Filmófono. De este modo, aprovechando la condición de la capital francesa como
centro administrativo en donde convergían todas las cinematografías europeas,
Piqueras seleccionaba y contrataba las películas más importantes para su
importación a España, en donde estaba asegurada en principio su distribución
por Urgoiti, quien controlaba un amplio número de cines madrileños.
Jean Epstein |
Aun así, su explotación no siempre
era satisfactoria por lo que Urgoiti pidió a Buñuel, aprovechando su condición
de pionero cineclubista, que creará el Cineclub Proa-Filmófono para que,
con escogidas sesiones en el Palacio de la Prensa que repercutieran en la
opinión pública, desbrozar el terreno comercial de las películas.
Aunque comenzara su actividad el 20
de diciembre de 1931 como si se tratase de la cuarta temporada del Cineclub
Español, sin embargo, esta circunstancia motivó un alejamiento entre Urgoiti y
Giménez Caballero por, en apariencia, una distinta pero compatible concepción
de la actividad cineclubística: comercial para el primero y cultural
para el segundo; pero que encerraba en realidad la verdadera motivación de
Urgoiti, quien pensaba más en las posibilidades económicas del negocio
cinematográfico que en la desinteresada labor cultural que quería desempeñar
Giménez Caballero.
King Vidor |
Este doble juego de Urgoiti fue
denunciado, por medio de una carta abierta dirigida a éste, en las páginas del
número 121 de la Gaceta, de 15 de enero de 1932, firmada por un
desengañado director que, con un tono entre amargo e irónico, no quería ser
partícipe, por su "sentido de lo moral, que la República ha agudizado
vivamente", de las migajas que se le ofrecían como presentador de la
primera sesión, pero no por las veinticuatro horas de margen que le daba, sino
por un cúmulo de circunstancias que Giménez Caballero le recordaba a
continuación: "cuando este otoño fui a ofrecerte mi esfuerzo de tres
años de cinema, en espíritu de estricta amistad colaboradora que siempre se
caracterizó en las relaciones contigo -me dijiste netamente que las sesiones de
Estudio habían pasado ya al dominio público y que no te interesaba meterte en
tales inútiles preocupaciones. Ahora veo que has cambiado de opinión, puesto
que las organizas sin mí, por cuenta tuya. Ello me hace comprender muchas cosas.
Lo que no acierto a comprender es que quieras inaugurar tales preocupaciones
conmigo a la coronilla". Después, junto a otras consideraciones de
similar signo, le manifestaba la ausencia de "género alguno de rencor
ni de pasión mezquina" en su pluma y, a modo de acerada conclusión,
que, aunque le hubiera gustado colaborar en las sesiones, "las
circunstancias de hoy sólo me dictaban estas tristes líneas que seguramente no
querrás leer ante el público de la cuarta temporada"[6].
Eric von Stroheim |
Como buen heredero del Cineclub
Español, el Estudio Proa-Filmófono también fue calificado, por el sector más
radical de la prensa cinematográfica, de cine-club burgués y censurado
debido a las dificultades que para su acceso tenían de las clases más
desprotegidas. Quien más incidió, en general, sobre esta circunstancia
discriminatoria fue la revista Nuestro Cinema, curiosamente dirigida por
Piqueras y financiada en parte por el dinero obtenido de la representación de
Filmófono, que luchó por la creación de cine-clubs proletarios, como un
primer paso para después posibilitar la realización de films cuyo modelo era la
producción soviética. Ya que todavía no existía una producción nacional, la
confrontación que en otros países se daba entre el cinema burgués y el
proletario, en España sólo podía desarrollarse a nivel de los cine-clubs[7].
Ejemplar con película proletaria |
No obstante, cuando en junio de 1932
salió el primer número de Nuestro Cinema y las Selecciones
Proa-Filmófono estaban en plenitud de rendimiento, en la sección de Noticias
y comentarios en montaje de la revista, su delegado en Madrid, Luis Gómez
Mesa, hizo una breve reseña de la exhibición de films soviéticos por parte de
dicho cine-club; y, ya fuera por la relación de su director con
Filmófono o por ser la única forma de que se pudieran exhibir las películas
soviéticas, por lo que el autor, primero, elogiaba su actuación y, después,
denunciaba la censura existente: "sus sesiones se distinguen por lo
competente de su dirección. Revélase en sus programas muy fina perspicacia
seleccionadora. Pruébalo este favor y fervor por el film ruso. Y así se explica
que el número de sus simpatizantes aumente de día en día. La lástima es que la
censura llegue hasta esa tarea de cultura y de educación cinegráfica e impida a
sus orientadores desarrollarla ampliamente. No obstante, dentro de un campo
acotado y no como debiera ser en una libertad ilimitada, el 'Estudio
Proa-Filmófono' realiza una alta labor de ejemplo"[8].
En una segunda etapa, los
responsables de este cine-club creyeron conveniente importar películas
que necesariamente no tendrían que pasar al terreno comercial, un nuevo modelo
que frente al anterior permitía un mejoramiento de la oferta cinematográfica
pero con un agravamiento de las dificultades económicas que pendía sobre él
cual espada de Damocles.
Murnau |
No es de extrañar que en una
República llamada de los Trabajadores se fuera adquiriendo, en el área urbana
principalmente, una progresiva concienciación proletaria que habría de calar en
varios de los órdenes de la sociedad. Sin embargo, en el ámbito cinematográfico
esta concienciación no podría conseguirse por la poca vigencia de una etapa
republicana que no pudo posibilitar el menor atisbo de una producción
proletaria por la desconfianza de una industria dominada por una totalidad de
elementos reaccionarios en mayor o menor medida, y que sólo pudo pergeñarse
levemente en la coyuntural precariedad de una guerra civil. Como ya he
manifestado más arriba, la única vertiente cinematográfica en la que se pudo
detectar de forma indirecta cierto movimiento proletario fue en el sector de la
exhibición, aunque tampoco aquí pudo trascender a la parcela comercial, sino
que estuvo obligado a refugiarse en los cine-clubs que eran utilizados
como única oposición al dictamen de las Empresas.
Es verdad que los más contestatarios
defensores de este cine tenían muy claro que film proletario era sinónimo de
film soviético, porque el obligado monopolio de las producciones provenientes
de la Unión Soviética se debía a la práctica inexistencia de las de otras
nacionalidades[9]. De la misma forma,
sabían que la dificultad -por no decir imposibilidad- para la exhibición de
este tipo de películas era propia de la dictadura y de la monarquía, pero que
en su opinión no tenía razón de ser, aunque ésta se diera en menor medida, con
el advenimiento republicano, ya que su estreno estaba abocado prácticamente a
los, necesariamente minoritarios, cine-clubs con unas remotas
posibilidades de alcanzar el circuito comercial.
Publicidad en la revista de su Cineclub |
En comparación, si ya era difícil el
mantenimiento de un cine-club burgués, el de uno proletario era casi
utópico, porque aunque ambos tenían la posibilidad de recaudar algún dinero al
disponer de un sistema de cuotas, no se podía comparar el poder adquisitivo de
los asistentes a uno u otro tipo de cine-club. Sin embargo, salvando
todo tipo de obstáculos pudieron coexistir a lo largo del periodo republicano
los de ambos signos, debido sobretodo a los ímprobos esfuerzos de sus
respectivos organizadores[10].
De este modo, en la península
comenzaron a proliferar, con muy distinta suerte, toda clase de cine-clubs
proletarios, problablemente creados a raíz de una asamblea de trabajadores en
cualquier rama de la industria y que echaban mano de toda película que,
proviniendo de donde fuera, apuntara un mínimo de cinema de avanzada; siendo el
más importante de todos ellos el Cineclub de Banca y Bolsa, que a
principios de 1933 fuera inaugurado por el Sindicato de Empleados de Banca y
Bolsa, organizado por Julio González Vázquez y cuya primera sesión fuera
proyectada en el cine Royalti, para trasladarse en las siguientes al de San
Miguel y al de San Carlos, para volver nuevamente al Royalti[11]. Su éxito radicó
necesariamente en la dedicación de su organizador, quien confesaba en las
páginas de Popular Film a Antonio del Amo Algara su decidida disposición
en favor de buscar allí donde se encontrara un cinema del que se carecía en la
península: "Precisamente ahí estriba nuestra actividad. Estamos
dispuestos a traer películas soviéticas de París. En París hay un gran caudal
de ellas. Si es preciso apelaríamos a Moscou. Hemos de conseguirlo a toda
costa. Pensamos dar en breve, sesiones verdaderamente populares. Nuestro fin es
propagar el cinema auténtico por donde sea y en donde sea. Entre los trabajadores
sobre todo". El ejemplo del funcionamiento de este Cineclub de Banca y
Bolsa y del entusiasmo de su organizador, daba pie a del Amo a manifestar como
conclusión del artículo que:
"El Cineclub (en
general) tiene que extenderse por toda España. Crear cineclubs con la
misma facilidad que si fuesen cines de empresa. De obreros y de intelectuales.
De campesinos, en los pueblos más escondidos... Especializar salas. Establecer
una fuerte Federación[12], que controle las
distintas tendencias de cada cineclub, por si alguno se aficiona al
lucro, empieza a estimarle demasiado y subestima la esencia del cinema. Todo
esto es de fácil realización, pero requiere ánimo..."[13].
La defensa que en este artículo
hacía Antonio del Amo Algara sobre el caracter proletario del Cineclub de Banca
y Bolsa contrastaba con lo manifestado dos meses antes por el mismo escritor y
en referencia al mismo tema, cuando, bajo el amparo de la revista Nuestro
Cinema, no lo consideraba -formando parte de un ejemplo que incluía a otros
cuatro: Mirador, Cinaes, Filmófono y F.U.E.- como "verdaderamente
proletario", porque "todos sus esfuerzos han ido siempre
encaminados a proyectar una película, todo lo revolucionaria y todo lo
proletaria que se quiera, ante doscientas personas, no vamos a decir cineastas,
pero sí más enteradas del cinema, por lo menos para no apreciarlo en su sentido
social, que los obreros que tienen todo el día manchadas las manos de yeso o de
grasa y no les queda el tiempo suficiente para ojear un libro o una revista de
cine, ni tienen dinero para ir un sábado al estreno de un 'Palacio de la
Música', ni de un 'Callao". Mantenía que las masas obreras eran
indispensables para creación de cine-clubs, pero que las sesiones de
avanzada o no llegaban a su conocimiento o su precio era muy elevado, por lo
que creía que "el Cineclub que se titule de proletario, y que no
se adapte a las posibilidades económicas del proletariado, está expuesto a
fracasar".
Esta divergente opinión no aparejaba
un cambio de criterio, sino una manifestación de la diferente orientación que
mantenían las dos revistas en que se editaba cada artículo: el primero,
cronológicamente hablando, formaba parte del último número de la primera etapa
de una publicación eminentemente combativa como fue Nuestro Cinema, que
acababa de cambiar su subtítulo, pasando de ser unos Cuadernos de "valoración
cinematográfica" a otros de "defensa del cine proletario";
mientras que el segundo aparecía en un semanario como Popular Film en el
que, aunque su director fuera un anarquista convencido, se adscribían todo tipo
de tendencias, pero sin llegar, por principio editorial, al activo radicalismo
de la otra publicación. En el artículo de Nuestro Cinema, Amo Algara
sólo quería contraponer los cine-clubs que, por muy de avanzada que
fueran, estaban fuera del poder adquisitivo de los proletarios, con el
organizado por la Biblioteca Circulante Cultural de Chamartín de la Rosa,
que ponía como Ejemplo de cineclub proletario -precisamente el título
del escrito-, como lo demostraba con la descripción de una de sus
multitudinarias sesiones, que eran celebradas en el Cine de Tetuán del barrio
popular de Cuatro Caminos: "habló Roces sobre la cultura proletaria,
recitó poesías revolucionarias Alberti y se proyectaron unas películas
científicas: T.S.H, de Ruttman, y Turksib, de V. Turín. Esto fue un éxito de Cineclub,
hasta ahora intentado muy pocas veces"[14].
Walter Ruttmann |
La asunción de un proyecto tan
importante como la creación de una Federación que aglutinase todos los cine-clubs
proletarios de la península no podía provenir mas que de los ya denominados
"Cuadernos Internacionales de Defensa del Cine Proletario" dirigidos
por Juan Piqueras. Al amparo de esta publicación, que tenía su razón de
existencia en la defensa del cinema proletario frente a su enemigo natural el
capitalista, se promovió dicha federación por medio de un artículo titulado Hacia
una "Federación Española de Cineclubs Proletarios" que se publicó
en el ejemplar de octubre de 1933.
René Clair |
En primera instancia, en este
artículo de planteamiento su anónimo autor se hacía eco de la reunión que
celebró en Madrid para tal fin en el mes julio con la participación, junto a
los redactores de la revista, de varios delegados de cine-clubs; para
después constatar las numerosas sesiones proletarias que se daban en provincias
y la multitud de cartas que llegaban a la redacción de Nuestro Cinema
pidiendo información para la provisión de films utilizables lo que le llevaba a
afirmar que "no es más que la confirmación formal de que nuestro
proletariado ha vuelto la espalda decisivamente al cine capitalista y desea
enfrentarse con temas que sabe ha de encontrar en el cine ruso, más en
consonancia con sus luchas y sus aspiraciones actuales".
Sin embargo, a continuación se
quejaba del escaso número de películas soviéticas que podían traspasar los
controles de la policía y que luego eran tamizados por la censura, y pedía la
llegada de nuevos títulos para así desarrollar mejor el movimiento cineclubístico
proletario. De este modo sólo podían implantarse, en tal coyuntura "en
aquellos lugares en que un importante contingente proletario pueda garantizar
el coste de programa y el alquiler del local o de los aparatos en donde su
proyecte", debido sobre todo a las dificultades, en contra del ejemplo
de cine-club burgués cuyos miembros tenían mayor poder adquisitivo, que
suponía la importación de nuevos films por las bajas cuotas -que aun así eran
altas- que se veían obligados a poner. Esta circunstancia -concluía- era la que
hacía necesaria dicha Federación, porque:
Pudovkim |
"Una federación, no
solamente capaz de establecer un repertorio cinegráfico con características,
precios y composición de cada programa, sino de agrupar al mismo tiempo los Cineclubs
existentes y de crear otros nuevos. No se trata de una institución que cosmopolice
los films políticamente, ni de una empresa particular o personalista. Se trata
de cohesionar y dar vida a una amplia red de sesiones proletarias de cinema,
con la consigna de un frente único ante la pantalla, y en la que cupiese toda
nuestra base obrera y campesina, unida, naturalmente, a esa otra base
intelectual y revolucionaria, que ha hecho de sus organizaciones algo decisivo
y vital en el nuevo movimiento político y cultural de España"[15].
Aunque en el último párrafo de este
artículo manifieste el autor que la federación estaba prácticamente en marcha
por el elevado número de sus adhesiones, que desapareciera la revista en su
primera etapa tras dicho número de octubre acarreó, a su vez, el silencio tanto
de esta federación como del resto de actividades organizadas por la
publicación.
En general, la segunda etapa de Nuestro
Cinema se caracterizó tanto por un descenso en la acritud de los textos y
de los planteamientos, como en la modestia de las actividades organizadas desde
la revista. De esta forma, ante la malograda posibilidad de la creación de una
federación que aglutinase a todos los cine-clubs proletarios, se optó en
esta ocasión por la creación de uno de éstos para que sirviera como modelo a
seguir por el resto; por lo que se celebrará el 9 de diciembre de 1934 en el
Pleyel Cinema de Madrid la primera de las sesiones del Studio "Nuestro
Cinema" que estaban previstas para la mañana de los domingos. El canon
de una sesión consistía en la conjunción de la proyección de películas, no
necesariamente soviéticas, con la charla de alguien relacionado con el cinema.
Película habitual de cine-club |
Entradade los años 50 del Pleyel Cinema |
Por lo tanto, la dirección del
Studio "Nuestro Cinema" tenía la intención de realizar "un
curso instructivo, cuyas enseñanzas valdrán para capacitar al espectador y para
mostrarle lo que fue ayer el cinema, lo que es hoy en los distintos países
donde se produce y lo que será mañana cuando, en torno a su presencia, nosotros
le concedamos su verdadera significación histórica"; y así la revista
será el órgano teórico mientras que las sesiones serán la guía práctica. Para
ello, tenían la intención, por último, de dividir el ciclo de sesiones en dos
periodos, uno de preparación en el que se proyectarán films "de toda
tendencia ideológica y de toda significación y calidad artística", y
otro de estudio en el que no se tratarán temas técnicos sino, al contrario,
"va a ser filosófico, técnico y social dentro de los cauces del cinema,
considerado como arte desde un principio"[16].
Película característica de Cine-Club |
No obstante, aunque con estos cuatro
nombres -Cineclub Español, Proa Filmófono, Cineclub de Banca y
Bolsa, Estudio "Nuestro Cinema"- no se cierra toda la
actividad cineclubística que se desarrolló durante la Segunda República,
si se trata de los cuatro que encabezarían la lista de los representativos, que
estaría también compuesta por otros nombre como:
El de los alumnos de la Escuela
de Bellas Artes de San Fernando; el, ya citado en un apartado anterior, Cineclub
del GECI; el Cine Studio 33, fundado por Luis Gómez Mesa y Antonio
Barbero, dedicado a films retrospectivos y patrocinado por el Instituto
Ibero-Americano; el Cine Selección SAGE; el Cine-Estudio Lyceum Club
Femenino, celebrado en el Royalti; el Cinestudio Universitario, en
el cine Génova; el Frente Universitario, organizado por la revista de
los estudiantes revolucionarios de mismo nombre a celebrar en el cine San
Miguel; el Cineclub Sindicato Español Universitario, próximo a la tesis
falangistas que celebró dos sesiones en el cine Bilbao por la iniciativa de
Samuel Ros y del pintor Alfonso Ponce de León; el Cineclub FUE, que se
celebraba en el cine Fígaro y que dirigía Fernando G. Mantilla con la
colaboración de Carlos Velo como preludio de la producción documental en común;
el Cinestudio UFEH; el Cuatro Caminos; el Cinestudio Imagen,
fundado por Manuel Villegas López y que se celebraba en el Palacio de la
Prensa; el del Socorro Rojo Internacional; el del Socorro Obrero
Español, primero en el Cinema San Miguel y después en el Monumental Cinema;
el de la Juventud Roja; el Cine-Teatro Club, perteneciente al
órgano del partido comunista: Mundo Obrero; el Cineclub Proletario de
la Biblioteca Circulante Cultural de Chamartín de la Rosa; el del Centro
Cultural Deportivo Obrero "Avanti", que se celebraba en el Salón
Moderno; el Cineclub "La lucha", primero en el Cinema Padilla
y después en el Monumental Cinema; el Cineclub "Trabajadores de la
Distribución y la Producción de Material Cinematográfico", en el
Palacio de la Prensa; el Cineclub de "Trabajadores de Comercio",
en el Royalti; y el Cineclub del Comité Español de Cine Educativo; todos
ellos radicados en Madrid.
La capital de España fue el centro
neurálgico de la actividad cineclubística nacional en contraposición a
la predominancia catalana en otras facetas cinematográficas, ya que fuera de
ella sólo puedo constatar la existencia de los cine-clubs organizados
por: la revista El Mirador, el Studio Cinaes, el Cine Amateur
y el Cineclub Horitzons, en Barcelona; el Cineclub Avançada, de
Tarrasa y dirigido por Pedro Vigués; el Cineclub Valencia y el Cine-Studio
Popular, de Valencia, impulsados el primero por Juan Piqueras y el segundo
por Josep Renau y la revista Nueva Cultura; el Cinestudio de Segovia;
Cine Club Ateneo, fundado en Santander por Manuel de la Escalera, quien
dimitió en su segunda sesión por el pataleo a El hundimiento de la casa
Usher de Jean Epstein; el Cineclub Proletario, en esa misma
localidad; el Cineclub de Oviedo; el Cine Club Ateneo Popular, de
Cartagena; y del Cineclub de Empleados de Comercio, del que no he podido
localizar la ciudad de origen.
Sin embargo, aunque la lista parezca
completa al agrupar a los cine-clubs más representativos, la nómina no
tendría por qué cerrarse definitivamente con ellos[17], sino que debería
estar compuesta por muchos más nombres, porque el movimiento cineclubístico
republicano adquirió tal resonancia que en cualquier punto peninsular se
juntaba un grupo, por muy minoritario que fuese, de personas con una similar
expectativa y que organizaban sesiones de cinema, sin la necesidad de arroparse
con un pomposo nombre, pero con ánimo de visionar cualquier film que les cayera
en las manos, que estuviera fuera o no del circuito comercial y que les
sirviera mínimamente para establecer un inicio de debate.
Una de las principales motivaciones
para la creación del Cineclub Español fue la posibilidad de la exhibición en la
segunda temporada de 1928, condicionada a un escaso número de espectadores, de
los films soviéticos prohibidos por la Dirección de Seguridad, aunque, como sus
propios promotores reconocían, existiese el peligro latente de que estas
proyecciones acarreasen su cierre. Con el acicate de esta relativa
permisibilidad surgirán, sobre todo en su vertiente proletaria, nuevos cine-clubs
que lucharán por una progresiva circulación libre de films que sólo se
conseguirá con el gobierno del Frente Popular. Con el triunfo bolchevique en la
revolución de octubre de 1917 se encendió la luz alarma sobre la posible
expansión de los soviets por el resto del mundo, lo que motivó en todos
los países una reticencia hacia todo lo que llevase el sello comunista, lo que
repercutió directamente en la exportación de su producción cinematográfica
allende las fronteras, que era prohibida, casi por decreto, sólo por su
provinencia. Para los cineístas de posiciones más a la izquierda era, hasta en
cierta forma, lógica la prohibición de la exhibición libre de estas películas
durante la dictadura de Primo de Rivera y la dictablanda de Berenguer, lo que
no alcanzaban a comprender era que se mantuviera esta circunstancia con un
Gobierno como el de la República de los Trabajadores[18]. Por ello, durante
el periodo republicano no dudaron en manifestar en voz alta -algo que no habían
podido hacer hasta entonces- la existencia de una censura manifiesta para los
films soviéticos.
Cámara que podrían utilizar para proyectar en los cine-club |
Juan Piqueras denuncia en su
revista, una vez más, esta circunstancia en el segundo de los editoriales del
número 11, a raíz de una nueva prohibición en España de films soviéticos como Dostoiewski
de W. Fedorow o Montañas de Oro de Youtkewitch. Piqueras se quejaba ya
no sólo de la prohibición -perjudicial en sí misma- de estas películas, sino
que con algunas fue "un poco más magnánimo y las dejó ver a los
señoritos y a los 'snobs' de los cineclubs de Madrid y Barcelona";
una posibilidad que se le negó al proletariado y mientras que se le autorizaba
"a la burguesía y a los pseudointelectuales madrileños y catalanes",
porque a su entender "la censura no se atrevía a rechazarlas
francamente y quería justificarse con dos o tres proyecciones hipócritas e
incapaces". Por último, manifestaba que, por el contrario, la censura
permitía "películas reaccionarias de distintos matices", con
lo cual el gobierno "está perfectamente identificado con las dictaduras
de Primo de Rivera, de Berenguer, de Mussolini, de Hitler y demás dictadores
socialfascistas, que prohiben en sus respectivos países la entrada a los films
rusos, mientras protegen, patrocinan y, muchas veces, propagan, los films
militaristas, patrióticos, policíacos, chauvinos, religiosos, imperialistas y
archibélicos"[19].
A parte de términos tan radicales
como los utilizados por Piqueras, bien es cierto que los cine-clubs
burgueses posibilitaron que aumentara de forma progresiva la permisibilidad en
la entrada de films soviéticos, para que luego pudieran ser utilizados en otras
sesiones por sus homónimos proletarios.
Aun así, la normalidad se salpicaba
con algunos incidentes de consideración con respecto a la exhibición de estos
films soviéticos, sobre todo con la del buque insignia de esta producción, el Acorazado
Potemkin, que fue protagonista involuntario en Sevilla al prohibirse su
proyección ante más de cuatro mil trabajadores. Nuestro Cinema, en su
sección de Noticias y comentarios en montaje del ejemplar de marzo de
1933 y haciéndose eco de lo publicado en Mundo Obrero, comentaba la
prohibición a última hora por orden del gobernador de un acto organizado por el
Sindicato de Trabajadores del Puerto, aunque estuviera motivado por una buena
causa como la recaudación de fondos en beneficio de su caja social, lo que
motivaba una nueva reiteración en las quejas de la revista al manifestar que
"mientras el Gobierno de la República permite que el film de Eisenstein
llegue a los señoritos de los cineclubs de Madrid y Barcelona,
desautoriza la proyección de la misma película cuando se trata de mostrarla al
proletariado andaluz"[20].
Las prohibiciones de films no eran
privativas de las producciones soviéticas, también podían estar protagonizadas
por películas de otras tendencias. La polémica que desde un principio persiguió
al film vanguardista dirigido por Luis Buñuel[21], L'Age d'Or,
se reprodujo en la primavera de 1935 en Tenerife, con motivo de su programación
para recaudar fondos que paliaran los gastos de la Exposición Surrealista
celebrada en el Ateneo de Santa Cruz de Tenerife, cuando se entabló una campaña
dirimida principalmente entre el diario católico Gaceta de Tenerife y la
revista literaria, vinculada con las secciones catalana y madrileña de los
"Amigos del Arte Nuevo" (ADLAN), gaceta de arte, pero que
también tuvo su repercusión en el resto de la prensa tinerfeña, lo que obligó a
una intermediación de la autoridad competente. A pesar de ser parte interesada
por su condición de redactor de la gaceta de arte, quien mejor podrá
describir, cuarenta años después, la película de los acontecimientos será
Domingo Pérez Minik:
Pérez Minik en 1935 |
"Se pidió permiso para la
presentación del film y fue negado en principio, se consultó a Madrid,
intervino el Gobierno Civil de la provincia y las autoridades competentes y a
través de una campaña muy descarada del periódico católico de la localidad,
Gaceta de Tenerife, con el apoyo del Ilmo. Prelado Nivariense, Fray Albino
Menéndez-Raigada, tan fascista él, ya antes de lo que iba a suceder, todas las
fuerzas reaccionarias de la ciudad armaron un zipi-zape de tal categoría que
Santa Cruz de Tenerife quedó conmocionada (...) Esta batalla duró varios
meses, intervino toda prensa, de la derecha a la izquierda, con artículos muy
violentos. gaceta de arte luchó en primera línea. Mientras Gaceta de
Tenerife el día 14 de junio publicaba en primera plana un artículo que
contenía cosas como éstas: 'La Edad de oro es la herejía criminal en
manos de quienes han perdido toda sensibilidad y todo sentimiento artístico. Es
el exponente de la impotencia espiritual de quienes olvidaron que tienen
conciencia. La Edad de oro tiende a sembrar la degeneración, la
corrupción más repugnante de la época. Etc.'. Al principio el gobernador civil
de Tenerife autorizó la proyección en lugar privado para los socios del Ateneo
y los amigos de gaceta de arte, incluso esta autoridad presenció la
prueba de esta película, y se hicieron las invitaciones correspondientes. Pero
la campaña se fue reforzando y la lucha entablada llegó a su máxima dureza.
Todos los redactores de nuestra revista intervinieron en todos los periódicos
liberales para combatir todas las afirmaciones de Gaceta de Tenerife. Tenemos
noticia de que esta polémica llegó a conocimiento de Gil Robles, partidario de
su prohibición desde el alto cargo que desempeñaba (ministro de la Guerra).
gaceta de arte combatía a Gaceta de Tenerife (albergue del ruralismo
católico, con literatura de seminario conciliar...). Tuvo que pasar mucho
tiempo para la presentación de La Edad de oro. Nada más y nada menos que
el triunfo del Frente Popular en febrero de 1936. De todas maneras, la película
no se proyectó públicamente sino en sesión privada, un domingo por la mañana,
en el Cine Numancia de Santa Cruz de Tenerife y con mucha vigilancia policíaca"[22].
[1].- La mayor parte de
los datos sobre el Cineclub Español proceden de un artículo publicado en la
misma Gaceta Literaria bajo el título "Historia del Cineclub",
V-105, 1 de mayo de 1931, p.3 (1233).
[2].-
Publicado en los Folletones de El Liberal de Bilbao por iniciativa de
Indalecio Prieto, al que le siguió la publicación en 1927 de Los toros, las
castañuelas y la virgen y Carteles (primera vez que firma bajo el
pseudónimo de Gecé); de Hércules jugando a los dados y Yo, inspector
de alcantarillas en 1928; de Julepe de menta y Circuito imperial
un año después y del libro de viajes Trabalenguas sobre España (1931).
Asimismo su contribución a la realización cinematográfica nacional se tradujo
en la experimental Esencia de Verbena y en el documental La Escuela
de Trabajo en Barcelona.
[3].- Tanto esta
definición de los films como las otras que cito no son mías, sino las que
propone el anónimo autor de la "Historia del Cineclub Español",
porque considerar como películas documentales las dos primeras es un ejercicio
de estilo hijo de la época y en el que no entro.
[4].- En La Gaceta
Literaria, III-63, 15 de abril de 1930, p.
1452.
[5].-
"Problemas actuales - Salas especializadas de España". En Nuestro
Cinema, II-8 y 9, enero-febrero de 1933, pp. 66-67.
[6].- "Cinema -
Muerte y resurrección del cineclub", VI-121, 15 de enero de 1932, pp.
11-12 (387-3882).
[7].- Por eso, la creación
de los Cineclubs proletarios y el desarrollo de la censura no se entienden del
todo sin tener presente el posterior apartado dedicado a esa confrontación, y
viceversa.
[8].- "Tres planos
brevísimos de Madrid: Films soviéticos". I-1, junio de 1932, p. 28.
[9].- Porque no quiere
decir que no las hubiera, se puede constatar alguna excepción a la regla como
el film alemán Khule Wampe, de Slatan Dudow.
[10].-
En este sentido, en Pérez Merinero (1975) se establecen cuatro de los rasgos
que diferencian sustancialmente los cineclubs proletarios de los burgueses:
"1) Vinculación a organizaciones obreras; por ejemplo, a los sindicatos;
2) Caracter obligadamente esporádico de sus sesiones (escasez de películas
apropiadas, dificultades económicas, necesidad de explotar políticamente al
máximo cada sesión...); 3) Mayor facilidad de acceso (p.e. precios más
asequibles) para un público popular; 4) y lo que es más importante: utilización,
vía films soviéticos sobre todo, con fines de concienciación y adoctrinamiento
políticos, frente a los cineclubs 'burgueses', sólo preocupados por elevar la
cultura cinematográfica de sus asiduos".
[11].-
Dicho sindicato filmará una película contando su historia, titulada Despertar
bancario y que se proyectará en la quinta sesión de su cineclub.
[12].- En la que ya
trabajaba González Vázquez.
[13].-
"Palabras de un cineasta de acción - Los cineclubs y el cinema". En Popular
Film, VIII-383, 14 de diciembre de 1933.
[14].- En Nuestro
Cinema, II-13, octubre de 1933, p. 2. Wenceslao Roces fue un escritor
comunista que en la guerra civil llegó a desempeñar el cargo de subsecretario
del controvertido ministro de Instrucción Pública Jesús Hernández en el
gobierno de Largo Caballero.
[15].- "Editoriales -
Hacia una 'Federación Española de Cineclubs Proletarios". En Nuestro
Cinema, V-13, octubre de 1933, pp.
214-216.
[16].- "Apertura de
Studio 'Nuestro Cinema". Núm. 1 (14), 2ª época, enero de 1935.
[17].- La fuente más
completa de nombres es la consignada por Caparrós Lera (1981), pp. 29-30, que
eleva la cifra hasta un total de 29, pero todos los nombres pueden ser
encontrados por separado en los diferentes repertorios o en las publicaciones
periódicas, incluidos los otros tres que yo constato: los Cineclubs Mirador y
Proletario de Barcelona, así como el Cineclub Valencia.
[18].-
"Que la dictadura de Primo de Rivera prohibiese en España 'La madre', 'El
acorazado Potemkin', 'Octubre', 'Los últimos días de San Petersburgo', 'El
arsenal' y 'Tempestad sobre Asia', no nos sorprende. Pero que la República
democrática que España se ofreció el 14 de abril de 1931, haya desautorizado la
explotación de obras como 'Okraina' (episodio de la guerra europea en una aldea
rusa); 'La casa de los muertos' (biografía de Dostoyewsky); 'Montañas de Oro'
(episodio relatando una huelga en Bakú, en los albores de 1914); 'El teniente
Kije' (farsa imaginaria durante la época del zar Pedro I); 'La tierra tienen
sed' (colectivización del campo en el oriente soviético); etc., etc., ya nos
parece más impropio teniendo en cuenta que España 'es una República democrática
que se organiza en regimen de Libertad y de Justicia". Así se manifestaba
Juan Piqueras con motivo de la "Segunda encuesta de Nuestro Cinema:
convocatoria y cuestionario". En Nuestro Cinema, núm. 4 (2ª época),
agosto de 1935.
[19].- "Editoriales -
Nuevos films soviéticos prohibidos en España". En Nuestro Cinema,
abril-mayo de 1933, pp. 146-147.
[20].-
"El Gobierno de la 'República de los Trabajadores' prohibe una proyección
del 'Acorazado Potemkin' en Sevilla", II-10, p. 143.
[21].- Dando muestras de
su condición de director maldito del cine español, Luis Buñuel también conocerá
la condena de su tercer film: Las Hurdes (La tierra sin pan).
[22].- Domingo Pérez
Minik: Facción española surrealista de Tenerife, Barcelona, Tusquets,
1975, pp. 85-87. Cfr. Gubern (1977), pp. 226-227.
Las fotografías pertenecen a mi archivo personal y
están a disposición de cualquiera que las quiera utilizar sin ánimo de lucro e
indicando su procedencia.
¡Que aproveche! Salud y República.
Aitor Hernández
Eguíluz
= = = = = = = = = =
= = = = = = = = = =
Como siempre un placer leerte y seguir aprendiendo, no sabia nada sobre los cines-clubs, pero este post ha sido fantánstico.
ResponderEliminarTienes que quitar lo de la clave, tardo mogollón en que se publique comentario.
Actualiza más a menudo con la promoción que te estoy haciendo te van ha salir lectores hasta de debajo de las piedaras.
Un abrazo.
Rita.
No mires las faltas, se me ha ido el teclado.
ResponderEliminarRita.