En esta sección iré desgranando los artículos ya publicados en el pasado
en diferentes publicaciones, difíciles de localizar y de recuperar por tratarse
en muchos casos de revistas que ya nos han dejado.
En esta ocasión, en diciembre de 2003 comencé en la revista El Cinéfilo una serie de reseñas bibliográficas de personajes relacionados con el cine durante la II República. Por eso, encabezo el texto con una justificación de la sección.
Lamentablemente la serie se quedó al final en esta única entrega, que intentaré continuar en este blog de forma más modesta. Como somo víctimas de nuestras pasiones, la serie comenzó con la persona que más admiro en el mundo cinematográfico, una persona que se hizo a sí mismo y que tuvo mala suerte en su muerte: el crítico cinematográfico valenciano Juan Piqueras.
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Defensor de causas imposibles |
Nombres
rescatados de la historia del cine español
¿Quién
fue... JUAN PIQUERAS?
Esta sección quiere constituirse
en un sencillo homenaje a todas aquellas personas que nos precedieron en su
amor incondicional por el cine durante
sus primeros cien años, y que hoy en día están un tanto olvidadas por nuestro acervo
cinematográfico, a no ser por algunos historiadores que se ocupan de seguir sus
cada vez más efímeras huellas. Se trata pues de hacer un breve recordatorio de
la trayectoria de una serie de críticos, productores, directores, actores, etc.
desaparecidos hace ya tiempo, pero que conformaron el cine español tal y como
hoy lo conocemos. Predecesores nuestros
que pusieron desde el primer momento toda su alma en lo que hacían para
ensanchar el conocimiento común sobre la cosa esta del cine en nuestra vieja
piel de toro. De todos ellos, quizás el más entusiasta fuera el que abre esta
sección: el crítico cinematográfico Juan Piqueras.
Valenciano por nacimiento, pero hombre cinematográfico de talla
universal por vocación, Juan Piqueras vino al mundo en Requena el 24 de
noviembre de 1904 en el seno de una humilde familia de jornaleros. La vida de Juan
Piqueras es el relato de una ascensión constante. Desde las estrechuras
dentro de una familia jornalera, que a duras penas le permite ir a la escuela
cinco años en la aldea de Campo de Arcis y después a la nocturna Escuela de
Artes, hasta un puesto de aprendiz de un comercio de ultramarinos en su
Requena natal con 13 años. Desde unos primeros versos publicados en La voz
de Requena a los 15 años, hasta la confección a mano dos años más tarde con
unos amigos en Valencia del semanario literario Luz y vida. Desde la
fundación el 19 de septiembre de 1925 del primer número de la efímera Vida
Cinematográfica de tan sólo dos números, pasando por su puesto de redactor
de cine en La semana Gráfica, hasta la creación al año siguiente, con
capital de un tío suyo, de la revista La vida artística dedicada “al
cine, espectáculos, literatura y deportes.” Desde una efímera estancia en
Barcelona de dos semanas a finales de 1928, en donde consigue la corresponsalía
de Popular Films, hasta su integración en el mundillo cinematográfico
madrileño alrededor de La Gaceta Literaria. Desde su marcha a París en
mayo de 1930 como representante de la marca Filmófono, hasta su
definitiva consagración cinegráfica y estabilidad económica en la capital
francesa, que desembocará en junio de 1932 en su mayor creación: la revista Nuestro
Cinema.
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Sustituye a Buñuel a cargo de la sección cinematográfica. |
Esta es a
grandes rasgos el resumen de la vertiginosa ascensión de un hombre consagrado
por entero al cine, cuya vida fue segada trágicamente los primeros días de la
Guerra Civil, cuando no contaba ni con 32 años. No se sabe hasta donde hubiera
podido ensanchar su obra en condiciones de normalidad, pero en tan poco espacio
supo colmar, dedicándole casi todo su tiempo aun a riesgo de su propia salud, una
labor que en su mitad para sí quisieran muchos de longeva vida y que Piqueras
desarrolló en la treintena de años que nos toco en suerte que estuviera entre
nosotros, en un mundo que él siempre quiso mejorar. Porque este encumbramiento
profesional nunca le hizo olvidar sus orígenes humildes y en su labor
profesional se fue decantando progresivamente por una tendencia de izquierdas a
principios de la década de los años treinta, que acabaría por convertirse en
militancia durante la II.ª República en pos de un cine proletario, cuya única
expresión posible hasta la fecha era el cine soviético, del que era un
fervoroso admirador y partidario.
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Piqueras (tercero de pie desde la derecha) de visita en un rodaje. |
Juan
Piqueras fue ante todo un incansable periodista cinematográfico, que en
Madrid y sus primeros años en París pudo mantener al mismo tiempo tres
corresponsalías distintas: Popular Films, La Gaceta Literaria y El
Sol; además de escribir en otros cuantos periódicos y revistas nacionales: Mirador,
Siluetas, Crónica, La semana gráfica, La pantalla;
y algunos internacionales: La revue du cinema, Close up o el Boletín
Confidencial de Gaumont Franco Films Aubert. Pero estas numerosas
colaboraciones no eran suficientes para su sustento parisino, a no ser porque
allí representó los intereses de la distribuidora madrileña Filmófono,
para la que seleccionaba y contrataba el material que su propietario, Ricardo
Urgoiti, distribuía en su cadena de cines en España.
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La sección cinematográfica de La Gaceta Literaria |
En su labor
periodística, Piqueras se mostró siempre incorruptible cuando, por
ejemplo, rechazó un suculenta oferta de los estudios de Joinville para acallar
su voz crítica contra los talkies en español perpetrados al inicio del
sonoro, o cuando abandonó el rodaje de ¡Viva la libertad! (A nous la
liberté, 1931), en que participaba en calidad de ayudante de dirección, por
discrepancias por el tono humanista y sentimental de la película adoptado por
su célebre director René Clair. A todo ello habría que sumarle una
característica más de su personalidad, era un polemista incorregible en defensa
de su ideología y de su modelo cinematográfico, no importara que se tratase de
discrepar con un crítico de orientación política completamente diferente como
Fernando Méndez-Leite, o que chocase con el juicio de un redactor de tendencia
más próxima como con el anarquista Mateo Santos, sin importarle que fuera el
director literario de una revista de la que era corresponsal, Popular Film.
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Juan Piqueras en el centro de visita a un rodaje. |
Tras conseguir
la anhelada estabilidad económica en París, en junio de 1932 Piqueras
fundará una revista propia que, por fin, le permitirá hacer la crítica
cinematográfica independiente, de acuerdo con su ideología proletaria, para la
consecución de un cinema de carácter social contrapuesto a la vacuidad del
comercial. Con este fin, abandona casi por completo su, hasta ese momento,
vasta colaboración con otras publicaciones cinegráficas, para concentrar todos
sus esfuerzos en la edición, desde su residencia parisina de lo que va a ser el
primer número de la revista cinematográfica mensual Nuestro Cinema.
Cuadernos Internacionales de Valoración Cinematográfica. Para ello
compondrá una curiosa organización en que la redacción se ubicaba en el
domicilio del propio Piqueras en París de la Rue Broca, 7, la
administración estaba en la calle Manuel Longoria, 3, de Madrid, mientras que
la impresión se realizaba en Impresos Costa, calle Asalto, 45, de Barcelona.
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La contraportada del número 10 y la portada del 11. |
Los problemas
financieros fueron una constante durante las dos etapas de publicación, porque
la venta de los ejemplares era insuficiente y la revista se tenía que sufragar
con lo que ganaba el propia Piqueras a través de su trabajo para
Urgoiti. Si durante el primer año acude fiel a su cita mensual, cuando empieza
1933 la intermitencia se adueña de la publicación, primero con un
extraordinario en enero-febrero, segundo con otros dos números bimensuales,
para, tras un silencio de dos meses, publicar el último número, de un total de
13 en su primera etapa, en octubre de 1933. Tras una nueva pausa de dos largos
años se inicia una segunda en enero de 1935, que tampoco habría de ser muy larga
ni fácil por los problemas económicos y de censura. La publicación no pudo
salir a la calle con el mismo ímpetu que el demostrado en el segundo y tercer
año de la República, sino que la restricción de libertades que se decretó
durante el bienio negro obligó a Piqueras a suavizar el planteamiento de
la nueva etapa, de la que sólo se habrían de publicar otros cuatro números,
para darse el definitivo cierre de Nuestro Cinema en agosto de 1935.
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Estos arranques críticos de la primera etapa | se suavizarán en la segunda. |
Otro de sus
empeños de fue el de precursor de cine-clubs, desde su relación directa en su
etapa madrileña con el primero de ellos que se crearía en España, El Cine-Club
Español auspiciado por La Gaceta Literaria de Giménez Caballero, o
el de su sucesor, el Proa-Filmófono, también propiedad de Urgoiti y con
las películas suministradas por Piqueras desde París, que incluían la
mayoría de los títulos de cine soviético que se pudieron ver durante la
República. Desmarcándose poco a poco de las sesiones cineclubistas dirigidas a
la burguesía, Piqueras irá apoyando iniciativas para extender la cultura
cinematográfica a las capas más bajas de la sociedad como una posible salida
para aquellas, propósito que desembocaría en octubre de 1933 en el número que
cierra la primera etapa de Nuestro Cinema con la intención de crear una
Federación de Cine-Clubs Proletarios. Asimismo, como complemento a su actividad
periodística Piqueras también puede ser considerado como uno de los
precursores de la historiografía cinematográfica en España, ya que dedicó parte
de su trabajo a escribir en su peculiar estilo sobre la historia del cine,
tanto nacional como internacional cuyas huella más visibles que nos han quedado
son un Panorama del Cinema Hispánico y una Historiografía del cinema,
publicados ambos en su revista.
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Dos anuncios de su propio Cineclub |
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Cabecera del primer intento en España de Historiografía cinematográfica. |
Durante el
intervalo entre las dos etapas de Nuestro Cinema y después de su
definitiva desaparición Piqueras vuelve a alquilar su pluma, sin
desvincularse por ello de Filmófono y de ofrecer el material que ésta no
quisiera a la marca Cifesa. Principalmente colaborará en la revista especializada
Cinegramas, además de aparecer esporádicamente en las secciones de cine
de revistas literarias como Gaceta del Arte, Octubre, Nueva
Cultura (editada por su amigo Josep Renau), o en el órgano del partido
comunista, al que pertenecía desde hace años, Mundo obrero.
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Anuncio del CineClub de Filmófono, | empresa que sustuvo al revista. |
Será
propiamente esta militancia y una inoportuna recaída en su operación de úlcera
de estómago, herencia de su actividad frenética en favor del cine, la que
precipitará su muerte. El 14 de julio de 1936 y en su enésimo viaje a España, Piqueras
tuvo que apearse en la estación ferroviaria de Venta de Baños, para recuperarse
de un agravamiento de su reciente operación, acompañado de unos papeles de
propaganda que denunciaban su filiación comunista. Este cúmulo de
circunstancias propició, tras el levantamiento franquista del día 18, su
fusilamiento a sangre fría y entierro en una fosa común, pero sin saber realmente sus verdugos de quién se trataba.
Este trágico final a tan temprana edad, similar al de García Lorca y al de
muchos de sus anónimos coetáneos a los que Piqueras dedicaba sus
desvelos, cercenó una maravillosa aventura cinematográfica que no sabemos hasta
donde pudiera haber llegado tras la guerra civil, aunque fuera lastrada por un
hipotético exilio en París o en cualquier país de América tras la ocupación
nazi de la capital francesa, como luego le ocurriera a su hijo y a su viuda,
Ketty González, residentes en Venezuela.
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Caricatura de Piqueras en La gaceta Literaria |
No contentos
con su desaparición física, su memoria fue cruelmente silenciada durante los
cuarenta años del franquismo, aunque sin conseguirlo del todo hoy en día,
porque poco a poco los historiadores cinematográficos herederos suyos han
podido recuperar su memoria, y lo que es más valioso, la mayor parte de su obra
con la edición facsímil de Nuestro Cinema que podemos consultar y el
rastreo del resto de artículos en los ejemplares de las revistas que se
conservan por las diversas hemerotecas. Quiero sumarme con este recuerdo a los
que intentan mantener viva la llama del amor por el cine que nos legó un
querido amigo llamado Juan Piqueras.
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Alegoría ¿donde está Piquera en la foto y en la memoria...? |
Mas información:
Carlos y David Pérez Merinero, Del cinema como arma de clase. Antología de
Nuestro cinema. 1932-1935, Valencia, Fernando Torres, 1975. Y Juan
Miguel Llopis, Juan Piqueras: el “Delluc” Español, Valencia,
Ediciones Filmoteca, 1988. En ambos libros se adjunta una amplia antología de
sus textos.
Hasta aquí el artículo. Si alguien desea ver el estudio completo de la revista que realicé en mi Tesis Doctoral y que ya adjunte en este blog con motivo de la misma, pero que añado de nuevo:
Algunas fotografías están extraídas de internet sin ánimo de comerciar con ellas.
Gracias de antemano por la ayuda desinteresada. El resto son de mi archivo personal que, de la misma forma, permito su utilización siempre que sea sin ánimo de lucro. Por ejemplo aqui van otras relacionadas con Nuiestro Cinema.
¡Que aproveche! Un
cordial saludo.
Aitor Hernández
Eguíluz
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