viernes, 16 de julio de 2021

Érase una vez una Caza de brujas

UNA HISTORIA

DEL CINE

PARA NIÑOS

DE 0 A 99 AÑOS:

LOS 10 DE HOLLYWOOD 

Y LAS LISTAS NEGRAS




Érase un vez un poderoso país que no tenía rey, solo un presidente que a veces se dejaban mangonear, unas veces por los senadores del partido rojo y otras por los senadores del partido azul. Así, después de una segunda gran guerra que afectó a todos los países del mundo, el senador rojo por Wisconsin, James Raymond McCarthy, proclamó a los cuatro vientos que en todo el país había un grupo de brujos que se reunían en un aquelarre llamado Partido Comunista de los Estados Unidos, en donde planeaban socavar los cimientos de tan majestuoso país con acciones subversivas de todo tipo. 

A partir de su nombre surgió el concepto macartismo

Ni corto ni perezoso, reunió a su equipo para desenmascarar a estos hechiceros que, como cucarachas, se colaban por todos los rincones. Contó con la ayuda inestimable de numerosas ligas, como la Legión norteamericana, la Legión de Decencia, los Caballeros de Columbus, los Hermanos de la Revolución Americana o la asociación de padres y maestros; para crear una Comisión de Actividades Antiamericanas que limpiara el país de estos indeseables, como limpió Hércules las caballerizas del rey Elide, desviando el río de la Historia en el caso de McCarthy.

El presidente de izquierdas que permitió la infiltración de los comunistas

Como no pudo ser de otra forma, puso también el ojo en una ciudad, a la que todo el mundo miraba con admiración, llamada Hollywood. Al parecer, no todo relucía como se hacía creer, ya que entre sus habitantes había también muchas brujas y hechiceros que carcomían los cimientos de tamaña nación. El producto que la ciudad vendía al exterior, las películas, era muy propicio para que las brujas hicieran sus sortilegios. Podían meter ponzoña, sobre todo en los guiones, para propiciar que el antiguo aliado soviético, que ahora era el nuevo enemigo, superase en poder al norteamericano. Ya no eran los aliados para luchar contra los nazis, sino que tras el final de la guerra era el mayor peligro para la soberanía de los Estados Unidos y los brujos infiltrados perseguían romper el nuevo orden internacional perfilado tras la guerra.

Parnell Thomas, un en verdad pequeño gran hombre

Como había demasiados de estos hechiceros en la ciudad había que ponerse manos a la obra y comenzar la Caza de brujas. Para ello, McCarthy contaba con que los denunciasen sus mismos compañeros, por lo que creó la conocida como Comisión Parnell Thomas, por el nombre de su presidente. Hombre de tan altas miras como de baja estatura, se pasó toda la comisión sentado en una voluminosa guía telefónica para parecer más alto. 

Parnell y Robert Taylor a partir un piñón

Por un lado, convocaron a 19 testigos amistosos que de forma más o menos pintoresca se sorprendían de la presencia de tantas brujas en Hollywood y su deseo de que se actuara con mano dura con ellos y, por otro lado, a 19 testigos inamistosos que sabían a ciencia cierta por el FBI que participaron en el aquelarre, para que se auto inculparan y dieran otros nombres. Al final, se montó un algazara de muy señor mío y solo pudieron declarar 10, de los 19 inicialmente, previstos por todo el eco que tuvo la comparecencia en la prensa. El undécimo, Bertolt Brecht, como era extranjero huyó a Canadá y luego a Suiza, y a los ocho restantes se le citó para una nueva comparecencia, que nunca tuvo lugar.

De derecha a izquiera de la foto: Adrian Scot, Edward Dymitric, Samuel Omitz, Lester Cole, Herbert Biberman, Albert Maltz, Alvah Bessie, John Howard Lawson, Ring Lardner Jr. y Dalton Trumbo que no aparece en la foto

Estos profesionales del cine, que se les llamará desde entonces los 10 de Hollywood, quedarán expuestos a un proceso expiatorio que les convertía en cabezas de turco. Tampoco contaron con la ayuda de sus jefes. Los productores más importantes se reunieron en el hotel Waldorf Astoria para despedirlos y juramentarse para no contratar nunca elementos subversivos y antipatriotas como ellos. La verdad es que estaban más preocupados por el descenso de las recaudaciones debido a la presión de las ligas antis amigas de McCarthy que de los posibles aquelarres. Para mayor escarnio público,  los 10 fueron condenados por desacato al Congreso a una multa de mil dólares y a un año en las mazmorras. Y lo que fue más decisivo para el resto de sus vidas, ya no iban a ser admitidos en ningún estudio y se tuvieron que buscar la vida en otra parte.

El décimo, Dalton Trumbo. A su lado, John Howard Lawson, otro de los 10 en una muestra de apoyo

El mundillo de los que trabajaban en el cine se posicionó en dos bandos, los que no querían tomar partido o manifestaban la conveniencia de la purga y los que se mostraron abiertamente en contra de la medida, que no dejaba de ocultar un intento por parte de los estudios de rebajar los salarios a sus trabajadores. Como no, formaron un Comité de apoyo, y muchos de ellos se personaron, con rostros conocidos de la pantalla como Bogart y Bacall a la cabeza, en Nueva York para apoyar a los 10 en su declaración. No dejó de ser agua de borrajas, porque con el tiempo agacharon la cabeza y se dedicaron a lo suyo rezando para que no se les convocara en la nueva Comisión.

Un día en Nueva York

Tras el éxito de la primera Comisión no quedó ahí la cosa y la Caza de brujas se intensificó. Le siguió una segunda, presidida en esta ocasión por John S. Wood. Con esta recabaron el testimonio de más de un centenar de testimonios, la mitad abiertamente hostiles al interrogatorio y que se acogieron a la Quinta Enmienda (todo ciudadano norteamericano tiene derecho a no declarar en contra de sí mismo) para no declarar.

En una manifestación de apoyo a los 10 de Hollywood

Pero, otros cincuenta y ocho adoptaron actitudes amistosas. La mayoría de estos últimos eran comunistas “arrepentidos” que delataban a sus ex compañeros. Entre los más destacados citar dos. Edward Dymitric, integrante del grupo de los 10 que fueron encarcelados, por lo que salió de la mazmorra y pudo integrarse de nuevo en la industria del cine. 

Dymitric declarando

Y Elia Kazan quien en principio se negó a dar ningún nombre, pero por la amenaza de los estudios de que no volvería a dirigir más, volvió a hacer una larga declaración en la que se inculpó, dio nombres e hizo una decidida denuncia del comunismo. No solo eso, sino que al día siguiente publicó en un anuncio en el New York Times su propia declaración y en su cine aparecieron numerosos personajes y situaciones en las que aparece el tema de la delación: Viva Zapata, Fugitivos del terror rojo o La ley de la calle, su manifiesto más claro justificativo de su actuación.

Elia Kazan

La mayoría de los testimonios amistosos emplearon la misma táctica con el ánimo de quedarse entre Pinto y Valdemoro. Por un lado no querían ser señalados como comunistas y, por otro, se cuidaban de citar solo nombres de compañeros de aquelarre que ya habían sido delatados con anterioridad y eran conocidos por toda la opinión pública: con la peregrina idea de que así se justificaban moralmente con las dos partes y podían seguir sus vidas como si no hubiera ocurrido nada. Evidentemente, fue así, pero a partir de entonces tuvieron que justificar siempre su actitud.

Todos en contra de las Listas negras

En esta segunda comisión no hubo detenciones, aunque, eso sí, se creó lo que se llamó una lista negra con los profesionales del cine que habían sido considerados filo comunistas, quienes vieron limitada su capacidad de acción, en una industria, que a río revuelto había conseguido disminuir considerablemente los emolumentos de todos los que vivían del cine, o directamente vetados en esa actividad. Así, algunos de los integrantes de los 10 y de la lista negra abandonaron el cine y otros volvieron a la vieja Europa a trabajar allí. El caso más significativo fue el de Chaplin que cuando se enteró en Londres que se le había convocado para declarar se afincó en Suiza y no volvió, filmando, además, una crítica solapada a la caza de brujas en Un rey en Nueva York. En última instancia y sobre todo en el gremio de los guionistas, tuvieron que quitar el nombre de sus trabajos y buscar a una persona real, que también fuera escritor, para firmar sus guiones. El caso de Dalton Trumbo fue el más reseñable porque de esta guisa consiguió en Óscar al mejor argumento por Vacaciones en Roma.


La caza de brujas duró una década y al final de este cuento el tiempo ha puesto a cada uno en su sitio. No se puede hablar de vencedores, ni de vencidos, solo de una mayor o menos trascendencia. Los productores pudieron recuperar parte del crédito y de la recaudación, pero les salió a continuación un antagonista mucho peor que el comunismo, la televisión. Los trabajadores del cine salvaron el culo y tras acabar la tormenta siguieron trabajando codo con codo los pros y los antis, aunque muchos empezaron a ver que el estudio no era todo y que podían embarcarse en sus propias aventuras. Y el público se encontró con dos subgéneros que alimentaron las pantalla, el cine bélico y de espías sobre la guerra fría y el terror psicológico de la invasión soviética o de extraterrestres que lo simbolizaban.

“De mi generación somos muy pocos los que no hemos traicionado nuestra postura, los que no dimos nombres de otras personas. Esto es terrible. Y uno no se recupera de ello. No sé cómo se pueden recuperar uno de semejante traición que difiere enormemente de la de un francés, por ejemplo, que fue delator de la Gestapo para poder salvar la vida de su esposa; es otro tipo de colaboración. Lo malo de la izquierda americana es que traicionó por salvar sus piscinas.” Orson Welles, 1964 Film Ideal.

Y por último hubo justicia divina en contra de los inquisidores, que una vez terminado su trabajo se mostraron humanos y con los mismos defectos que los acusados. El presidente de la primera Comisión, Parnell Thomas fue denunciado por malversación de fondos y “compartió mazmorra” con dos de los 10, Lester Cole y Ring Lardner, que tuvieron una pequeña recompensa moral. Y el todopoderoso McCarthy no se cortó en investigar en otros muchos sitios hasta que mordió en hueso duro, al intentar interrogar a los militares, y perdió poder, sus compañeros senadores le dieron la espalda y fue destituido de su cargo y acabó su vida poco después alcohólico a los 48 años.

Mucho ruido y pocas nueces

El maccartismo fue producto de su época, pero se cebó en el mundo del cine. En el fondo, es muy discutible su capacidad real de influencia en la opinión pública, pero no dejaba de ser el mejor escaparate para promocionar el invento.

Y colorín verdolado este cuento de terror ha terminado...

 

NOTA DEL AUTOR: ALGUNA DE LAS LAS FOTOGRAFÍAS Y VÍDEOS ESTÁN EXTRAÍDAS DE INTERNET SIN ÁNIMO DE COMERCIAR CON ELLAS. GRACIAS DE ANTEMANO POR LA AYUDA DESINTERESADA.

 

    En sucesivas entregas haré un recorrido lúdico, aunque exhaustivo sobre la HISTORIA DEL CINE con mayúscula. En un principio, va dirigido especialmente al público más joven, pero luego no excluir a nadie, como reza el título general. Por lo que cualquiera puede leerlo con el ánimo de aprender cosas en esta apasionante historia que todavía no tiene final y que nunca te las habían contado de esta manera.

En este BLOG no va a seguir un orden cronológico, sino que se irán desgranando los capítulos de forma aleatoria, ateniendo a mis gustos personales y a las anécdotas que vayan surgiendo. Más adelante, si es menester toda la obra se puede editar en libro siguiendo los cánones cronológicos al uso.

No te pierdas esta increíble aventura, que será el comienzo de una larga amistad…

Próximas entregas
  • El mundo siempre puede ser mejor para Capra (2/3)
  • El cine durante el franquismo
  • Los directores quieren independizarse del estudio
  • Los directores hijos de la televisión


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