viernes, 9 de julio de 2021

Actores de leyenda: Cary Grant, Humphrey Bogart, John Waine, James Stewart...


UNA HISTORIA

DEL CINE

PARA NIÑOS

DE 0 A 99 AÑOS:

EL STAR SYSTEM

MASCULINO

DEL HOLLYWOOD 

MÁS CLÁSICO



Cuando pensamos en actores de leyenda, a la mayoría se nos vienen a la cabeza estos cuatro nombres, junto a otros de nuestra particular predilección. Pero, seguro que este póker de actores  (el orden es el de la fecha nacimiento para no ser tachado de parcial) aparecerá en todas las listas. Cary Grant (1896), Humphrey Bogart (1899), John Wayne (1907) y James Stewart (1908) son los que mejor representan el Star-System, la constelación de estrellas del cine clásico estadounidense.


Cary Grant, simbolizó a lo largo de toda su carrera la elegancia, el encanto y una forma de eterna juventud en el género que fuera. Sus inicios teatrales en 1931 la Paramount le contrato como galán. Mae West No soy ningún ángel (1933) de Wesley Ruggles quedó tan impresionada por su apariencia que exclamó “Si puede hablar, le contrato.” Aunque no se quedó ahí y fue progresando su carrera hasta convertirse en el rey de la comedia Screwball junto a Katherine Hepburn en La fiera de mi niña, (1939) y más tarde de la comedia romántica como en Tú y yo (1957) de Leo McCarey. Actor fetiche para Hitchcock en películas de intriga como en Encadenados (1946) o en Con la muerte en los talones (1959) y al que le reservó un papel de supuesto malo en Sospecha (1941). Tanta elegancia no le sirvió para conseguir ningún Óscar de la Academia, pero se lo disputaron lo mejores directores, se ganó el respeto de sus colegas de profesión y obtuvo la admiración del público.

¿Estará o no envenenada la leche? Descúbrelo en Suspicion (Alfred Hitchcock, 1941)

De todos fue Humphrey Bogart, fue al que más le costó alcanzar el estrellato, a los 41 años, con El último refugio de Raoul Walsh (1940). Actor sobre todo de cine negro, fue capaz de interpretar a dos detectives antitéticos como el Sam Spader de El halcón maltés (1941), ideado por Dashiell Hammett, a las órdenes de John Huston, y el Philip Marlowe de El sueño eterno (1946) en la adaptación de Raymond Chandler por Howard Hawks. Ya lejos de los western del inicio de su carrera, en el que le tocaba ser el antagonista, protagonizó también comedias como Sabrina (1954) a las órdenes de Billy Wilder. Pero, con el director con el que más congenió fue con Huston, quien le permitió conseguir el único Premio de la Academia de su carrera con la clásica película de aventuras de La Reina de África (1951). Su relación artística y matrimonial con Lauren Bacall nos concedió un puñado de títulos memorables, en lo artístico, y le acompañó hasta su muerte en 1957, víctima de un cáncer de esófago, en lo personal.

Bogart en una situación apurada, pero con Bacall al lado, en The Big Sleep (Howard Hawks, 1946)

Los inicios de John Wayne como actor estuvieron asociados al western. Protagonizó por casualidad la macro producción muda La gran jornada (1930) cuando su director Raoul Walsh lo descubrió siendo un apuesto muchacho de utilería en el set de otra película. Aunque, todavía le quedaba un trecho para triunfar ya que tuvo que actuar, ya en el sonoro, con otras películas de serie B para la Monogram y para la Républic, hasta que en 1939 con La diligencia de John Ford inicio una las carreras más brillantes de la historia del cine. Icono del cine de acción, tanto en el bélico como en el western, aún así, se atrevió con alguna comedia como El hombre tranquilo (1952) a las órdenes de Ford o ¡Hatari! (1962) de Howard Hawks. Se retiró con 157 películas a sus espaldas, 20 de ellas bajo la dirección de Ford, aunque solo se vio recompensada por la Academia con un Óscar en el western crepuscular Valor de ley (1969) ya al final. Según su hijo, no se cumplió su deseo de que en la tumba apareciese la inscripción; "Feo, Fuerte y Formal", a pesar de que estuvo casi veinte años sin epitafio.

Un envejecido Wayne que se mereció el Óscar

James Stewart representó en el cine al hombre corriente, dotado de decencia y coraje moral que tomo de sus inicios con Frank Capra en películas como Vive como quieras (1938, Caballero sin espada (1939) o ¡Qué bello es vivir! (1946). Pero, después de la II Guerra Mundial, en la que fue piloto de un bombardero y llegó a general de brigada en la reserva aérea, algo cambio en su mirada e incorporó a sus personajes a partir de entonces una agria actitud y cierto pesimismo vital. Abandonó un tanto sus personajes de comedia, que le dieron su única estatuilla por Historias de Filadelfia (1940) bajo la batuta de George Cukor, y participó más en relevantes western de la serie del director Anthony Mann, Winchester 73 (195) o Colorado Jim (1953) y de Ford, El hombre que mató a Liberty Balance (1962) o Dos cabalgan juntos (1964). También protagonizó joyas cine negro a las órdenes de Hitchcock, Vértigo (1954) o La ventana indiscreta (1958) y Preminger, Anatomía de un asesinato (1960). Acabó su trayectoria con apariciones fugaces en televisión y llevándose los honores que le hurtaron la Academia.

El voyeur Stewart con el apoyo de Grace Kelly en Vertigo (Alfred Hitchcock, 1958)

No obstante, en esta constelación no solo brillaron estos cuatro actores, sino hubo otras muchas estrellas masculinas que se nos vienen a la memoria cuando pensamos en el Hollywood clásico.

Stewart haciéndose el despistado con Lee Remik detrás en Anatomy of a Murder (Otto Preminger, 1959)


Entre sus coetáneos podemos destacar nombres a parecida altura como Henry Fonda. Al igual que había hecho Stewart para Capra, Fonda fue para Ford el modelo del americano medio, tanto en su pasado mítico protagonizando al sheriff Wyatt Earp en Pasión de los fuertes (1946) como en la actualidad más dolorosa de la Depresión calzándose las zapatillas de Tom Joad en Las uvas de la ira (1940).

Fonda en primer término, con Jean Darwell y Doris Bowdon al fondo en el viaje a ninguna parte de The Grapes of Wrath (John Ford, 1940)

Clark Gable fue el actor estrella de la Metro, en donde desempeñó a la perfección el rol del icono de la masculinidad. Siempre quedará en nuestro recuerdo el Red Butler de Lo que el viento se llevó (1939) o el imperturbable cazador profesional de Mogambo (1953).

Con Vivian Leight en Gone with the Wind (Victor Fleming, 1939) en glorioso Technicolor

James Cagney resultaba en pantalla pura dinamita que estallaba perfectamente en el cine de gánsteres que representó, ya fuera a uno o a otro lado de la ley, El enemigo público (1931); pero también fue capaz de reírse de sí mismo y sacarnos la risas en Un, dos, tres (1961).

Sádica escena de The Public Enemy (William A. Wellman, 1931) en la que Cagney abusa de Jean Harlow

Spencer Tracy ha quedado como entrañable actor de comedia, capaz de engañar a Catherine Hepburn llorando en La costilla de Adán (1949) y del drama lacrimógeno en Capitanes intrépidos (1937), pero cuidado tampoco era cuestión de meterse con él porque también supo ser implacable cuando hizo falta en Furia (1936) o en Conspiración de silencio (1955).

Piensan que van a poder con Tracy en la claustrofóbica Bad Day at Black Rock (John Sturges, 1955)

Gary Cooper, a pesar de ser un actor  un tanto hierático y que no sabía qué hacer con las manos, no dejó de ser un intérprete sobrio, pero eficaz, que se hizo imprescindible cuando en pantalla se quería mostrar un compromiso en lo que se narra en Por quién doblan las campanas (1943) o en Solo ante el peligro (1952).

Con Ingrid Bergman en la Guerra Civil Española en For Whon the Bells Tolls (Sam Wood, 1943) en que la diplomacia franquista consiguió modificar el guión

Entre la generación de actores inmediatamente posterior sobresalen a pesar de tener el listón muy alto Burt Lancaster. En sus inicios estuvo encasillado como un buen actor atlético y de sonrisa fácil, ideal para el cine de aventuras, El halcón y la flecha (1950); pero luego demostró que tenía multitud de registros y buena vista como actor y más tarde como productor de sus películas para elegir los proyectos más atrayentes, De aquí a la eternidad (1953) o El tren (1964), hasta derivar en una vejez esplendorosa en películas como Confidencias (1974) de Luchino Visconti o Atlantic City (1980) de Louis Malle.

El profesor norteamericano jubilado en Roma de Gruppo de familia in un inferno (Luchino Visconti, 1974)

Gregory Peck, además del inolvidable Atticus Finch en Matar a un ruiseñor (1962), fue un actor todoterreno en multitud de géneros y con mucha vida detrás de sus gafas de pasta.

Con la sorprendente Mary Badham preparando el rodaje de To Kill a Mockingbird  (Robert Mulligan, 1962)

Kirk Douglas, actor eminentemente de cine de aventuras, con apariencia de rudo, pero con un buen corazón capaz de montarte una revolución en Espartaco (1960) o de producir películas con mano férrea en Cautivos del mal (1952).

Douglas en The Bad and the Beautiful (Vicente Minnelli, 1952) uno de los mejores films que hablan sobre el cine

Robert Mitchum, actor camaleónico que podía interpretar tanto al malvado en La noche del cazador (1955), como al ingenuo mocetón qué es engañado Retorno al pasado (1947).

Mitchum entre el amor y el odio en The Night of Hunter (Charles Laughton, 1955)

Por último, citar dos de las estrellas emergentes del nuevo cine que se vislumbra tras el clasicismo como Marlon Brando. Se convirtió en el estandarte del método de Actor Studio que todo el mundo imitó. Una particularidad de sus películas fue que en muchas de ellas añadió, desde la cinta que le dio a conocer La ley del silencio (1954), el dramatismo de las palizas que recibían muchos de sus personajes.

Su primera paliza en On the Waterfront (Elia Kazan, 1954)

James Dean se convirtió solo con tres películas en el icono de las nuevas generaciones teen. Aunque muriera muy joven en un accidente con su coche de carreras, sus actuaciones como en Rebelde sin causa (1955) lo catapultaron al estatus de mito en que sigue subido hoy en día.

Con Natalie Wood escuchando a Nicholas Ray en el rodaje de Rebel Without a Cause (1955)

Quedaron en el tintero otros muchos actores clásicos y de otras latitudes, que nos han acompañado en las salas oscuras a lo largo de muchas décadas, por no hablar de los nuevos intérpretes que pueblan las pantallas en la actualidad. Quedé aquí este pequeño homenaje a los precursores de lo que hoy entendemos como interpretación, tanto masculina, como femenina, que tan buenos ratos nos han hecho pasar a lo largo de la Historia del Cine.

Detalle de un fotograma de la sorprendente boda final de The Philadelphia Story (Georges Cukor, 1940)

NOTA DEL AUTOR: ALGUNA DE LAS LAS FOTOGRAFÍAS Y VÍDEOS ESTÁN EXTRAÍDAS DE INTERNET SIN ÁNIMO DE COMERCIAR CON ELLAS. GRACIAS DE ANTEMANO POR LA AYUDA DESINTERESADA.

 

    En sucesivas entregas haré un recorrido lúdico, aunque exhaustivo sobre la HISTORIA DEL CINE con mayúscula. En un principio, va dirigido especialmente al público más joven, pero luego no excluir a nadie, como reza el título general. Por lo que cualquiera puede leerlo con el ánimo de aprender cosas en esta apasionante historia que todavía no tiene final y que nunca te las habían contado de esta manera.

En este BLOG no va a seguir un orden cronológico, sino que se irán desgranando los capítulos de forma aleatoria, ateniendo a mis gustos personales y a las anécdotas que vayan surgiendo. Más adelante, si es menester toda la obra se puede editar en libro siguiendo los cánones cronológicos al uso.

No te pierdas esta increíble aventura, que será el comienzo de una larga amistad…

Próximas entregas:
  • En el comunismo también caben las brujas
  • El mundo siempre puede ser mejor para Capra (2/2)
  • El cine durante el franquismo
  • Los directores quieren independizarse del estudio
 
 
#Términoscine  
 

#Star systerm es es el sistema de propaganda del cine clásico norteamericano del Sistema de estudios en el que se mide la importancia de la cinematografía del país por el número de actores y actrices que tienen fama mundial y se siguen por un número de fans considerable.

 


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