jueves, 9 de agosto de 2012

Déjà vu: El Verdugo: ¡De mayor no quiero ser Programador Cinematográfico de Televisión!


     En esta sección iré desgranando los artículos ya publicados en el pasado en diferentes publicaciones, difíciles de localizar y de recuperar por tratarse en muchos casos de revistas que ya nos han dejado. En esta ocasión, otro artículo de El Cinéfilo en publicado en enero de 2004 en el que hice un juego de crítica cinematográfica en defensa del cine con mayúsculas en términos jurídicos:
 

El Verdugo: ¡De mayor no quiero ser Programador Cinematográfico de Televisión!

 

¿La mejor película española de todos los tiempos?


                        ALEGATO FISCAL FINAL:

            Aún con el vivo recuerdo en mi memoria de su pase hace unos años por La 2 de buena parte de los films más significativos de los llamados genéricamente The Silent Years, pertenecientes a The Killiam Collection. Mi ánimo ha revivido una vez más la, cada vez más, generalizada adversión que en la programación televisiva produce toda película que no presente en la mayor parte de su metraje la más variada gama de los colores del arco Iris. Lo que se traduce inmediatamente, no ya sólo la (previsible, aunque nunca merecida) injusticia que se comete con las películas mudas, sino en gran medida en el rechazo que producen también las de blanco y negro. Pero vayamos por partes:
Carátula de la edición en video

                        PRIMERA PRUEBA:

            En primer lugar, celebro la poética denominación que Killiam, del que somos tan deudores, otorgó a este conjunto de películas recuperadas por él mismo, mas cuando nunca he sido muy partidario de llamarlas películas mudas sino como mera función distintiva de las sonoras, en la misma medida en que a las películas en blanco y negro prefiero agregarles el calificativo de fotografiadas. No obstante, tampoco el pretexto último de este escrito será el de colmar mis preferencias filológicas, sino que pretende advertir, tras unos años atrás plagados de conmemoraciones centenarias, del rechazo que produce en los programadores televisivos, tanto privados como asalariados al bífido ente estatal, este tipo de películas que no son tan marginales como se pretende, a pesar de que en gran medida el llamado "gran público" también las rechace inconscientemente.
El clásico soviético de Eisenstein - 1927

            En primera instancia, es de comprender el rechazo que las películas silenciosas producen en el subconsciente colectivo del público actual, porque aunque el cinema haya cumplido ya más de cien años, que lo convierte en un arte relativamente de corta existencia; este periodo de tiempo supera las expectativas media de vida de los seres humanos, por lo que se da la circunstancia de que muy pocos pueden enorgullecerse de haber asistido el estreno de estas películas, con lo que la añoranza por estas producciones es imperceptible en la creencia de que hoy en día tienen escaso valor cinematográfico. Por contra, es con el cambio de siglo cuando el cine silente debería tenerse más en cuenta para racionalizar la avalancha de efectos especiales que preside nuestro mundo cinegráfico, por cuanto los autores silenciosos se acercaron en su momento a la perfección en la consecución de un lenguaje cinemático puro expresado sólo en imágenes y sin la ayuda de la palabra (al minimizarse el número de rótulos, o en el caso de Der letzte mann -El último, 1924-, de Murnau, desaparecer por completo), con lo que ese cinema ya estaba más próximo a la poesía visual que al teatro como ocurría en su origen.
El arte mudo en su mayor expresión,
contar uns película sin rótulos

            A pesar de la opinión de los programadores televisivos y en contra de las supuestas predilecciones que según ellos deben tener todos los espectadores, me pregunto qué tiene de malo que se pueda programar en prime time films de la envergadura de Nosferatu, eine synphonie des grauens (Nosferatu, 1922) de Murnau, de Intolerance, Love's Struggle Throughout the Ages (Intolerancia, la lucha del amor a través de los tiempos, 1916) de Griffith, de Metrópolis de Lang, de Greed (Avaricia, 1923) de Stroheim, de The Thief of Bagdad (El ladrón de Bagdad, 1924) de Walsh, de La aldea maldita (1930) de Florián Rey... hasta incluso de Bronenosets Potiomkin (El acorazado Potemkin, 1925) de Eisenstein; sólo porque el acetato original no contenga una banda de sonido las cadenas de televisión tiene que huir de la emisión de estas producciones que han sido unánimemente consideradas como obras maestras, cuando en una interesante velada (idea que cedo gratuitamente, porque hoy me siento generoso) su pase podría acompañarse, a imagen y semejanza de lo que se practicaba en la época de su estreno, con la partitura original de la misma -u otra composición preparada a tal efecto-, a cargo de una orquesta sinfónica, con lo que se matarían culturalmente dos pájaros de un mismo tiro. Como sé que mi propuesta caerá en saco roto, los cuatro locos que apreciamos el arte cinematográfico silente ya no podremos tampoco consolarnos con que de vez en cuando ese alma caritativa que velaba por nosotros en La 2 programase este tipo de películas, aunque para que nos sirviera de penitencia lo hiciera a esas intempestivas horas que solía.
El film de Raoul Walsh con Douglas Fairbanks
 
                        SEGUNDA PRUEBA:

            Un poco más suerte, aunque muy lejos todavía de la que se merecen, corren actualmente las películas fotografiadas en blanco y negro en su relación con la pequeña pantalla, la tácita aversión que por ellas tienen los programadores y que se disfraza tras un denigrante horario no puede ocultar el agravio comparativo que de forma similar al racismo sufren, como si de una molesta minoría se tratasen, frente a una complaciente generalidad de películas en color que las tolera hasta cierto punto. Las primeras se programan como una curiosidad sin mayor importancia, al suponer que no han de constituir una amenaza mientras se mantengan en el desprestigiado sitio al que se les ha confinado, porque no invaden el espacio de las segundas y se colocan por las mañanas, cuando todos estamos ocupados trabajando o estudiando y las amas de casa han de preocuparse más del puchero que de la televisión; o por las noches a altísimas horas de la madrugada, en espacios de la programación dedicados exclusivamente a las sugerentes tele-tiendas americanas. Este es un juego al que se prestan los programadores suponiendo que todos los televidentes comparten el mismo racismo con respecto a los films que no se presentan a todo color, y se olvidan de la creciente proliferación de tolerantes que centran sus gustos en la calidad frente a los factores de formato, quienes no tienen inconveniente en disfrutar en las horas de mayor audiencia de la belleza de la fotografía en blanco y negro (y su correspondiente variada gama de grises), quienes prefieren antes ver magníficas películas como The Big Sleep (El sueño eterno, 1946), de Howard Hawks, The Third Man (El tercer hombre, 1949), de Carol Reed, Out the Past (Retorno al pasado, 1947), de Jacques Tourneur, Psico (Psicosis, 1960), de Alfred Hitchcock, One, Two, Three... (Un, dos, tres, 1961), de Billy Wilder, El Verdugo (1963), de Luis G. Berlanga..., o incluso The Night of the Hanter (La noche del cazador, 1955), de Charles Laughton; que tener que sufrir cualquier insulsa comedia de los ochenta y noventa, o el tradicional vehículo para el lucimiento del "musculitos" de turno, o la sucesión de sustos a gran volumen y de vísceras sanguinolentas.
El único film del gran Charles Laughton

                        TERCERA PRUEBA:

            Y no conformes sólo con ello y con la complicidad de aviesos y desocupados científicos que no tienen otra cosa en que llenar su tiempo, con todas las carencias que presenta el mundo, los programadores se han topado, para martirizarnos con otra vuelta de tuerca, con la piedra filosofal que les supone la modernidad del coloreado de este tipo de películas. Lo que en el cinema silente se agradecía: la coloración a mano de cada uno de los fotogramas como decisión propia, en su momento, del autor o de los productores; se convierte en patética aberración el supuesto regalo que para nuestros ojos supondría la romántica coloración por ordenador de los fotogramas originarios en blanco y negro con la que nos atenta la técnica actual (con el inefable Turner a la cabeza, ínclito y esclarecido tiburón de las finanzas que sin ningún tipo de deferencia artística ha dispuesto por coj..., ¡perdón!, por dinero, de todo el material de la histórica Metro-Goldwin-Mayer) para alegrar con dudosos colores nuestras oscuras vidas en blanco y negro. (NOTA: Lo que hubieran dado los grandes estudios cinematográficos por saber que podían ahorrarse el dinero invertido en la contratación de los mejores directores de fotografía.)
Ted Turner: No se dejen engañar, no es un venerable ancianito

.                        PRUEBA CIRCUNSTANCIAL:

            Desde que el franquismo instaurara (O.M.23-IV-1941) el doblaje obligatorio de toda película exhibida en la península, se nos ha privado de la posibilidad de oír la voz original de los actores durante décadas. No obstante, esta manipulación que se mantuvo con la tele, caló hondamente en los espectadores, que han cogido un hábito difícil de extirpar, aunque hoy en día asistamos a cierta permisibilidad que poco a poco se está trasladando a la pequeña pantalla. De todas formas, no es de extrañar que los programadores sean reacios a utilizarla, ya que no depende tanto de ellos como del espectador, por lo que quiero dejar esta prueba en cuarentena por considerarla todavía como circunstancial, hasta que no se produzca el cambio en su gusto, y por respeto a los magníficos dobladores de que hemos dispuesto hasta que la diversificación de cadenas televisivas ha vulgarizado el otrora arte, y aplazo la utilización en su contra, pero me concedo la prerrogativa de no olvidarla para usarla contra posteriores encausados.
Un estudio de doblaje argentino
  
                        VEREDICTO:

            Todo lo expuesto me lleva, por el poder que me ha conferido el director de esta publicación, a condenar a los Programadores Televisivos a ARDER EN EL INFIERNO (con excepción del de La 2 y si todavía mantiene el puesto de trabajo, que permanecerá en el purgatorio hasta que subsane los errores de horario) hasta que las películas coloreadas por ordenador pierdan todo su color prestado; por lo que todos pasarán inmediatamente a disposición de El verdugo.
Pepe Isbert dixit

Todas las fotografías están extraídas de internet sin ánimo de comerciar con ellas. Gracias de antemano por la ayuda desinteresada.

¡Que aproveche! Un cordial saludo. 
Aitor Hernández Eguíluz

1 comentario:

  1. Un post de 10, con la boca abierta me he quedado, estoy de acuerdo contigo yo tampoco quiero ser programador de t.v., a todo caso director o actriz de películas como "the third man", "psico", "The night of the hunter", por nombrar alguna de las mejores de todos los tiempos.
    A favor de V.O. siempre.
    Tengo que confesar y confieso que no he visto "El verdugo" de Berlanga, creo que lo podemos solucionar.
    Un abrazo.
    Rita.

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